lunes, 31 de marzo de 2008

EL ENCUENTRO

Berta, solterona de cuarenta años, delgada, de corta cabellera rubia, alta, de buena estampa, está llena de aflicción. Comparte un departamento en un barrio de clase media en Santiago con su única amiga algo menor. En sus bebidos lamentos de trasnoche su amiga le sugiere colocar un aviso para contactarse con algún varón. Tiene un fracaso matrimonial del que no hay hijos.

Julio, es un hombre soltero, de mediana estatura, de rostro armonioso, delgado pelo claro, menor de treinta años, que reside en Rancagua con un primo muy amigo desde la infancia, que es un mujeriego, nunca trabaja , un bebedor empedernido. Cincuenta hectáreas de viñas dejan para un pasar con ciertas holguras. Su primo se pasa todos las semanas del año postulando a un trabajo por el diario, sin concretar jamás nada. De tanto mirar avisos, le menciona a Julio un teléfono de cita que ha puesto una mujer.

En su profunda soledad Julio recuerda el número y cuando queda solo, llama.
Hablan con mucha distancia y respeto. La mujer se interesa por lo que dice y cuando está dispuesta a dejarse llevar por la conversación, él comenta que es preferible seguir otro día si es que a ella le parece.

Ella le confidencia a su amiga que encuentra por fin al hombre de sus sueños, pero aún no lo conoce.

El vuelve a llamarla y continúan. Ambos se interesan, pero cuando llegan a una mutua y completa fascinación, nuevamente él le insinúa que es mejor seguir conversando otro día.
En las siguientes conversaciones ambos están vivamente interesados, y comienzan tímidamente a entregar los números telefónicos, y en las próximas, las direcciones y descripciones físicas generales.

Al día siguiente Julio habla con su amigo mencionándole que mañana viaja por un par de días a Santiago; que por favor no orine fuera de la taza, que no le deje cosas botadas en el piso y no pierda la llave. Temprano y con anteojos para sol, el hombre toma un taxi, un tren y otro taxi, para ir al domicilio de Berta. Pide al chofer que hable por citófono para saber si hay alguien que lo reciba y así pagarle. Cuando se pone en movimiento el auto, aparece la amiga de Berta que gentilmente lo hace pasar. Le dice que ahora ella va de viaje a Rancagua, pero que puede esperarla hasta que regrese.

Berta llega a la dirección en Rancagua, toca el timbre y abre el amigo vago, que con la cerveza de siempre, seduce a la mujer que responde ardorosa. Minutos después ambos tienen sexo en el sofá y ella le dice palabras tiernas y amorosas. Vuelven a repetirlo en la cama y luego un cigarrillo bien conversado.
Es entonces, cuando ella le pide que le siga contando lo que había quedado pendiente por teléfono.
El hombre se enrojece, se turba y así se percata que no es la persona que creía. Por suplantación lo insulta y le pega. Indignada, Berta se viste y parte de regreso a la estación.

Julio, aburrido de tantas horas de espera, se despide de la amiga que lo ve desplazase complicado en una ciudad que no es la suya en medio de la oscuridad. Camina unas cuadras, pregunta por una plaza y se sienta en un banco dispuesto a seguir esperándola. Nervioso, nueve las piernas como si le trajeran la calma que tanto necesita. Ha estado bajo tensión por más de 24 horas y ya siente como la espalda le reclama.

Minutos después, llega Berta a su casa en Santiago y su amiga le informa que vino su amor del sur.
Esta pone cara de asombro. Se pinta, se perfuma, acicala su pelo y parte en su búsqueda

Horas más tarde encontró al hombre sentado en esa plaza. Se acercó conversándole y pidiéndole que le terminara de contar el cuento inconcluso por teléfono. Ella notó que el hombre con anteojos ahumados, ya entrada la noche, permaneció impávido, con el rostro impenetrable y el cuerpo inmóvil a pesar de compartir el mismo banco.
_ Julio, soy Berta. Tengo el pelo rubio teñido…, no sabía que tú vendrías. Tu amigo me informó en Rancagua que habías venido a la capital.

Entonces se paró frente de él y con el mayor tino le sacó suavemente los anteojos comprobando que tenía los ojos cerrados.
_ ¿Eres Berta? Estuve en tu casa esperándote toda la tarde y no estabas. Quedé frustrado conmigo.
_ ¿Por qué no querías hablarme? Yo amo a Julio del teléfono, te amo de verdad Julio, tenía tantas ganas de acariciarte, tantas ilusiones...
Y ella le tomó sus manos con los ojos húmedos de lágrimas y las puso en su propia cara para que pudiera aprender sus facciones, sus rasgos, su pelo.
Entonces él percibió su rostro, sus facciones, el largo de su cabello y besando sus manos, le dijo que la había esperado veinte años, desde que perdió la vista.

WIRIYO

28.11.2007

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