cuentocorto

viernes, 20 de junio de 2008

LA PINTURA

Ricardo, hacía 18 años que estaba casado, tenía tres hijos y trabajaba en su antigua casona, en su lugar de inspiración, para realizar sus pinturas. Su señora aparecía allí dos veces al día llevándole cosas de comer, entrecruzaban algunas frases donde estaba presente la laboriosidad del hombre, siempre muy ocupado. Sus hijos intentaban no interrumpirlo para evitar problemas posteriores en la mesa, a la hora de cenar.

El pintor tenía esbozado en el bastidor, la figura de medio cuerpo de mujer y había comenzando la segunda etapa: la pintura al óleo.
Sobre la tela, emergía el rostro era de una joven de tez blanca, enrojecida por el frío, pelo negro, negros ojos penetrantes muy bien logrados, que miraban fijo al pintor. Cuando le estaba dando una forma muy real a la nariz, un gesto de enojo en ella surgió a la vista del artista, que antes no había notado. Estuvo observándola desde diversos ángulos y distancias, entrecerrando sus párpados para detectar luces y sombras, hasta que decidió terminar por esa tarde.

Al día siguiente destapó el lienzo y comenzó a observar nuevamente el gesto del día
anterior, y no encontrando nada especial, siguió pintando prolijamente su boca entreabierta, el mentón,… dio algunos retoques al pelo que caía suelto sobre los hombros, para seguir completando el torso, brazos y cintura. Como artista fogueado observó la obra desde diferentes ángulos, para comprobar cómo estaba quedando.

Miraba y miraba el pintor, arriba, abajo, a un lado y otro cuando de pronto sintió una voz que le murmuraba suavemente:
_ Maestro ¿Por qué me hiciste tan fea?
El pintor no podía dar crédito a lo que ocurría _ ¿Tú puedes hablar? Estoy enloqueciendo. Puedes hablar… No te hice fea ¿cómo puedes saber si eres bella o no, si no te has visto en un espejo?
_ Mientras me pintabas ayer, el bastidor se reflejó en el vidrio de la ventana y pude verme. Al sentirme fea y vulgar, tenía que expresártelo de algún modo.
_Te traeré un espejo para que te veas en él y luego me dices que es lo que no te gusta.
…aquí está, obsérvate bien y dime cual es el error que cometí contigo.
¿Qué me dices ahora? ¿Cuál es tu reproche?
_ Me habría gustado ser rubia, tener ojos azules, mi piel blanca y no roja.
_ Pero tú estás loca mujer. He pintado lo que yo he querido, yo te he creado así, bella,
joven, sensual. Cualquier hombre daría su vida por tener alguien así a su lado.
_ Me hiciste pobre, porque mi ropa es pueblerina, no tengo joyas, ni alhajas,… yo aspiro a más.
_ Te equivocaste conmigo, porque no pinto a los nobles, ni a los burgueses. Pinto lo que veo a mi alrededor, a gente sencilla, a la gente de buen corazón, pinto al pueblo.
_ ¿Quién te dijo que yo era de buen corazón?
_ No me interesa quien me dijo o no me dijo. Simplemente pinto lo que me nace. No me hables más, mal agradecida, porque si no, te voy a envejecer hasta que parezcas enferma y con dolores, en en lecho de muerte.

Aquella noche el hombre se desveló con lo que había ocurrido. En medio de sus desvelos, sin querer, despertó a su mujer, la que preguntó qué le ocurría, y él le contó largamente con muchos detalles.
Al día siguiente, frente a la pintura se encontraban la señora de artista con sus hijos y por más que miraban con curiosidad la tela, concluyeron que era tan normal como todas las demás.

Días más tarde el pintor se puso a trabajar en aquella figura, blanqueando algo su piel, le hizo un elegante decorado a su vestido, le arregló algo el cabello, destacándole sus ojos verdes, y aquel cuadro comenzó a irradiar tanta alegría en el rostro, que una vez terminado, los compradores ofrecían cada día más por llevárselo, pero su creador nunca quiso, ni se atrevió a venderlo.

El artista observaba diariamente aquel rostro que lo alegraba, y terminó por encontrarlo su obra maestra. Sus conversaciones con la hermosa joven del lienzo lo cautivaron hasta que perdió la cordura. Desde entonces nunca más quiso salir de ese cuarto para regresar con su familia. Cierto día su mujer lo encontró tan ido, con la vista perdida en el retrato. Horas después el pintor se encontraba muerto por ese extraño amor.

Días después del funeral, un notario leyó su testamento ante su familia y amigos íntimos, quedando muy sorprendidos que su hija Renata, la joven del lienzo, era la única heredera

WIRIYO / 29.4.2008

LA HUASA MARIA

Ella era una boca más que alimentar en su casa, donde mandaba la pobreza.
Con sus catorce años mal nutridos, bajita, flaca, huesuda, de poca frente, exuberante vellosidad sobre el labio superior, fue a conversar con esa señora al pueblo.
_ Así es que te querís meter a trabajar chiquilla.
_ ¡Si señora! le respondió con mucha vergüenza, la huasa María, bajando la vista al suelo.
_ ¿Sabes cocinar algo? ¿Sabes hacer las camas, el aseo, poner la mesa…? ¿Sabes o no?
_ Un poquito, no más, expresó tímidamente, intentando pasar desapercibida.
_ ¿Qué comida sabís hacer? Di algo pus. …no sabís nada y más encima parecís sorda. Aprende a mirar cuando te hablen, pus cabra. Nadie te va a contratar así.
¿Entendiste lo que te digo? Porque tú soy harto mala pa`hablar. Así es que tenís que conversar, tenís que mirar a la cara a la gente, no al suelo, tenís que decir que sabís hacer de todo, aunque no lo sepai. ¿Entendiste? En el camino se aprende de todo. No seai gansa de hacerte la muda mirando abajo, cuando te preguntan algo.
Yo se que es primera vez que venís al pueblo y te sentís rara. Cuando te pregunten si estudiaste en el liceo, tenís que decir que hiciste toda la básica. Nunca digai que fuiste sólo dos años, que no sabís leer, ni escribir, ni ver la hora, ni sabís nada. ¿Esta claro?
Te estoy preguntado si está claro. … Te dije que no te hicierai la sorda cuando te hablan.
¿soi tonta o te hacís? …contesta pus, vis que parecís cabra chica.
_Si, señora.
_Bueno, vamos a anotar tus datos personales para que te pongai a trabajar rápido.
_ Nombre completo Ya pus, no te hagai la sorda. Nombre completo
_ María. _María, que más… No mires el suelo cuando te hablo, ni te hagai la sorda.
_ María del Carmen. _ Apellido paterno. Apellido paterno sorda de mierda, o no tenis, acaso. _ No entiendo que quiere decir paterno, señora _ El apellido de tu papá, pus huasamaca. El materno es el de tu mamá.
_Nunca tuve papá. No se cual será, pus _ Apellido materno Mi mamá es María Monsalve ¿Andai con tu carné de identidad? _ Nunca he tenido uno
_Te voy a poner María Monsalve Monsalve, sin Rut. Dirección donde vives.
_ Calle larga. _ qué número _ sin número; queda al final, al lado del árbol grande.
_ Cómo se llama tu pueblito _ Se llama El Angelito _¿Cómo se va a llamar así?
_ Es que ahí mataron a una guagüita y por eso le pusieron así.
_ Toma mi tarjeta con el teléfono para que llames cada dos semanas, hasta que aparezca un trabajo. Yo te voy a cobrar 20 mil por una vez, si te llevan a una casa. Dile a tu mamá que venga a conversar conmigo. Le daré unos consejos para que tú practiques.

Pasaron los meses y un día, cuando María llamó a la agencia, se puso muy nerviosa porque la señora le dijo que se viniera al pueblo con su maleta. Andaba una mujer muy interesada en conocerla para que trabajara de inmediato.
_Esta es la niña de la que le hablé, señora. No tiene mucha experiencia, pero es bien trabajadora, honrada y aprende rápido.

María fue instalada en una habitación de madera, en que se filtraba el viento, con una cama con frazadas, una mesita, un lavatorio y un jarro con agua para que se lavara. Su baño era una caseta de madera a 10 metros de distancia con un pozo negro y diarios.
La huasa María no podía creer la suerte que había tenido, porque ahí le daban las cuatro comidas. Su colchón tenía otras pulgas, diferentes a las con que ella dormía.
La dueña de casa era sólo un poco más elegante que María. Nadie se preocupaba por el aseo. En la casa había una tina de baño con cálefont, sólo para bañar a los niños. El olor a caca flotaba en el ambiente, porque el baño tenía un tarro donde echaban los papeles usados.
Le dijeron que estaría a cargo de cuatro pequeños niños. Debía vestirlos, prepararles desayuno, entretenerlos, darles sus comidas, hacer camas, barrer y sacar la basura.

Un día sintió una gran trifulca porque el marido de la señora había llegado tarde, y la mujer se molestó.
_ Ya me aburriste de tanto llegar tarde y borracho. Lárgate de esta casa, degenerado.
_ ¡Cállate Elvira! No sigay diciendo que me vaya, porque un día me voy a tentar.
_ Me tenis aburrida. No te quiero. Me perdiste el respeto y yo también a ti, por curao.
_ Elvira… ja…ja,ja. Hablai puras leseras, vieja guatona.

Al día siguiente, María se encontró en la cocina con el patrón, que la miraba con picardía, le decía cosas, le pidió que le sirviera su comida en la cocina. Ella se cohibió con su presencia, hizo las cosas rápido y se largó a acostar a su pieza. Estaba metiéndose a su cama cuando de pronto sintió que él abría su puerta, ingresando a su pieza . Comenzó el acoso a una mujer tímida que no se atrevió a oponerse, y esa noche ocurrió todo. El patrón fue complacido y ella soportó con estoicismo la primera experiencia; su violación.
_ ¿Cómo estuvo María?
_ Muda, contestó con el silencio… con los ojos cerrados de vergüenza.
_ Mañana vai a estar mejor y así cada día.
_ Si señor. Pero, ahora váyase por favor, porque su señora después me va a pegar.
_ Chao ricura, hasta mañana. Tai guena. Lo único, que tenis muchos pelos.

Entre sus preocupaciones del trabajo, María ahora tenía otra tremenda: andar arrancando del patrón e intentar que la señora no la despidiera con un combo en el ojo.

Pero el patrón estaba en guerra con su mujer, y siguió haciendo estas demostraciones de macho desquitándose con su víctima indefensa que soportó resignadamente su destino.

Los días domingos María tomaba el bus rural para ir a su casa y fue en una de esas visitas, que su madre le preguntó si estaba contenta con el trabajo, si la trataban bien, si eran respetuosos y si se estaba alimentando suficiente porque ahora, después de varios meses, la encontraba más gordita. Allí llegó una prima que le lanzó unos piropos porque la vio con ropa nueva y sólo le faltaba una inversión en peluquería.
_ Yo te voy a pasar a buscar a tu trabajo para llevarte donde una amiga que es peluquera y te va a dejar bonita.

María había cumplido 15 años, había “echado más cuerpo” y como estaba bien alimentada, sus flacuras habían desaparecido, apareciendo nuevas formas de mujer.

Semanas después, la prima la pasó a buscar al lugar del trabajo y partieron donde la amiga.
_Mira cabrita. Tenemos que depilarte completa, porque tenis más pelos que una araña.
Hay que hacer un corte con otro peinado. Te voy a maquillar y pintar.
El elástico que usai en el pelo, bótalo. Usa uñas poquito más largas, redondeadas con lima, esmalte con barniz incoloro. Tenis que comprar una lima. Te regalo ésta por mientras. ¿Partimos?
_ Si, partamos ahora. _ Ya, entonces empelótate. Está tibicito con la estufa.

Tres horas después y aún con manchas rojizas en todo el cuerpo, la huasa María era irreconocible. Había perdido el aspecto, la cara, y la facha de huasa.
Era una lolita buenamoza que parecía una “niñita bien” de la zona, siempre que no hablara. No le cobraron nada, pero la aconsejaron depilarse periódicamente y mantener el atractivo look, para buscar un mejor trabajo en una casa de otra categoría.
_ Me gustaría ver como caminas, le dijo la peluquera. Camina para allá y ver como lo haces cuando sales.
A ver, mira de frente. La cabeza en alto, siempre erguida. Siempre mira a los ojos.
Imagínate que vas con un tarro de agua en la cabeza, sin botar una gota al piso.
Ahora, camina… bien, sigue… los zapatos van paralelos, no abiertos como reloj que marca 10 para las 2… bien, ahora mejor… sigue… gira… vuelve… acércate sin parar…
erguida la espalda… derechita… muy bien… sigue… bravo. Así debes moverte siempre, para que los hombres se fijen en ti para que los deslumbres al caminar.
Te felicito María. Ahora tienes más herramientas para defenderte en tu vida.
_Gracias por todo. Muchas gracias por tu gran ayuda.
_ María, tu prima me dijo que no sabías leer, escribir, ni ver la hora. Tú debes ir al liceo vespertino y comenzar a sacar curso por curso hasta que termines. Verás como te va a cambiar la vida después que lo logres. Eres muy lola y la vida es muy larga.
_Gracias nuevamente. Te haré caso y averiguaré cómo haré para estudiar.

De allí mismo y con el ego acrecentado, María pasó a visitar a la señora de la agencia.
_ ¿Se acuerda de mi señora?
_ No, no se quien eres tú, m’hijita. Tu cara me es familiar, pero no recuerdo.
_ Soy la María Monsave. Ud. me encontró trabajo con la señora…
_ ¿Qué hiciste para quedar tan linda? Mira como has cambiado. ¿Qué te trae por aquí?
_Venía a encargarle un trabajo mejor pagado, en una casa mejor.
_ Mira como aprendiste a hablar. Si no te había reconocido.
_ Llámame mañana. Tal vez tenga algo distinto, ahora que estay tan pituca y linda.
_ Ya señora. Yo la llamo en la tarde. Necesito ganar más plata también, pus.
_ Si,… más plata, mejor trabajo, todo diferente. Te va a agradar vivir mejor.

Antes de la semana, la huasa María se había inscrito en el liceo vespertino para hacer el segundo básico, desde las 7 a las 21,30 horas.
Dos semanas después, la llamó la señora de la agencia para decirle que debía ir a una entrevista, y conversar con un matrimonio mayor, que necesitan alguien para su tienda.
En la visita, se enteró que necesitaban una señorita honorable, de buena presencia y trato, para atender una cordonería, ropa interior, telas. El sueldo era muy superior, le daban alojamiento y comida en la casa patronal y como contó que estaba estudiando vespertino, acordaron que el horario terminaría 10 minutos antes.

Conversó con la antigua patrona Elvira, le contó de esa oportunidad, recibió el pago y partió a su nuevo hospedaje. Allí fue recibida por la nueva dueña de casa, que le mostró su dormitorio en el segundo piso y al abrir la puerta, la María quedó deslumbrada de tanta elegancia.
Muda de estupor, siguió unos metros a la señora que le dijo:
_ Este será tu baño y debes mantenerlo limpio. Debes bañarte todos los días. Manos, pies, pelo y dientes siempre limpios. No deben quedar pelos en el piso, ni artefactos.
Tu horario de trabajo será…
Aquí tendrás almuerzo y tiempo de descanso.
Tus toallas son éstas. Ahí tienes jabón, shampú, pasta de dientes y escobilla de uñas. Usalas. Te exijo puntualidad para comenzar las comidas todos juntos.
Te deseo suerte y esperamos contar con tu colaboración durante muchos años.
Nada de pololos, novios u hombres dentro de mi casa. Afuera, compórtate con mucha discreción, porque es pueblo chico, la gente pela y no quiero habladurías.

María comenzó a aprender el trabajo de la tienda. Se movía con celeridad en la atención de cada una de las clientas. Ella estaba sorprendida de lo fácil que se le hacía retener cada uno de los detalles que la señora le enseñaba.

Algunos años después, María había terminado sus estudios completos y su ignorancia había quedado en el pasado. Allí en esa casa había abundantes libros, que los devoraba siempre aprovechando su tiempo libre. Los domingos, eran para visitar a su madre y hermanos, que a veces se sorprendían cuando la escuchaban hablar de sus planes de ahorro para instalar algún día un establecimiento propio.

Ya era una muchacha de 22 años, atractiva, sensual, con todos los atributos físicos que desearía un hombre elegante. Siempre andaba vestida inmaculada, con llamativos colores, llamando la atención su hermosa silueta. Había aprendido a usar elegantes movimientos para desplazarse en todo lugar. Su trato amistoso y cordial, hizo que el pueblo murmurara acerca de esta joven desconocida, que había llegado 6 años antes.
Año tras año despertaba mayor curiosidad su elegante y hermosa figura.

Los sábados en las tardes ella iba donde su amiga, la peluquera. Mantener una bella frente hecha con depilación, era el mayor logro que había mejorado su rostro desde un comienzo, pero requería dedicación.

Algunos jóvenes de familias adineradas la miraban mucho, la seguían, le decían que habían perdido el sueño pensando en ella, se ofrecían para acompañarla.
Ella sólo les sonreía en silencio y seguía. El asedio por conocerla, por conquistarla fue incesante, hasta que apareció Alberto. Su simpatía y presencia, lograron que María le respondiera y comenzaron a conversar, de a poco.
_¿Te puedo ir a buscar el sábado a la hora de salida, María?
_ ¡No puedo creer que un joven rico se interese en mí, que no tengo nada!
_ A los hombres no nos interesa cuánto tienen las mujeres. Nos interesan aquellas como tú, que sean irresistibles y bellas. ¿a qué hora te paso a buscar?
_ ¿Te parece a las 5? ¿ puedo saber dónde me vas a invitar?
_ ¿Qué te parecería si vamos a tomar helados frente a la plaza?
Semanas después, en otra salida, fueron a visitar a los padres adinerados.
En la casa del fundo de esa familia, ella fue presentada y compartió con ellos.
El padre la encontró adorable. Comenzó hablando del tiempo, las cosas del pueblo, la agricultura local y de la tienda donde ella trabajaba. Conocía mucho a los dueños.
_ Oí que Ud. no habla con desconocidos. Muy bien que sea así, chapada a la antigua.
Ahora que ha sido formalmente presentada a todos, espero podamos saludarnos en cualquier parte.
_ Téngalo por seguro que así será, de aquí en adelante.

Tomaron el té, conversaron y rieron por horas, hasta que ella mencionó que lo había encontrado a todos muy simpáticos, pero ya debía regresar.
Alberto fue a dejarla hasta su casa y se atrevió a darle un beso junto a la puerta.
_Tú sabes que me gustas mucho, María. De verdad.
_ Tú también, Alberto. En tu familia son tan sencillos y muy agradables.

Alguna clienta le mencionó saber de aquella tarde del té en la casa de esa familia.
María andaba muy alegre, porque hasta cantaba mientras hacía su trabajo.
El teléfono le recordaba que en aquella casona, alguien la esperaba con ansias.
María se dio cuenta que había embobado a toda esa familia, pero ella evitaba involucrarse demasiado, sabiendo lo humilde de su origen.

Ahora debía madrugar, cuando tomaba el bus rural para visitar a su familia.
No quería ser sorprendida subiendo a un recorrido que iba a lugares tan humildes.
Sus prejuicios la tenían sumida en grandes dudas.

Su affaire con Alberto seguía viento en popa. El siempre la sacaba a pasear en auto, invitándola a pasear a los alrededores, a visitar a sus padres y hermanos.

El le demostraba su afecto, pero cuando estaban solos afloraba las pasiones y ambos se daban rienda hasta que ocurría todo. La pasión permanente los mantuvo demasiado unidos.

_ Alberto, te adoro. Me tienes loca de tanto amor.
_Me hiciste tu prisionero, María. Pienso en ti todo el día. Te amo María. Quisiera que imaginaras avanzáramos otro paso. Mis padres están muy felices que haya encontrado alguien como tú. Mis hermanos dicen que me envidian porque ya quisieran…
_ Alberto, escúchame un instante. Recuerda que el día que nos conocimos yo te dije que tú eras el joven rico, y que yo no tenía nada. Efectivamente no tengo nada, sólo lo que ves. Mi vida ha sido con mucho esfuerzo. Yo no soy la hija de los dueños de la tienda.
_ Ahora escúchame tú, María. Yo te dije en esa oportunidad que los hombres no miramos las posesiones físicas que tienen las mujeres, sólo su belleza, su sinceridad, su bondad y otras virtudes. Tú las tienes todas y cumples con creces que me sienta muy orgulloso de ti.
_María, quiero que avancemos otro peldaño. Toma, te traje un regalo. Ábrelo.
_Alberto, tú estás perdiendo la cabeza. Un anillo de compromiso…, no puede ser.

María soltó unas lágrimas de emoción. Después, sin demostrarlo, se puso muy nerviosa
_ Alberto, tu no me conoces tanto, no sabes que mi familia es pobre y viven a 30 Kms de distancia. Yo prefiero que me acompañes para presentártelos y después me regalas el anillo. Antes no tiene sentido. Yo conozco a los tuyos. Te pido que conozcas a los míos.
Esa semana, la huasa María estuvo muy nerviosa, sabiendo que el Domingo siguiente
viajaría con su novio, sin aviso, al Angelito, para presentarlo a su familia.
Llegó el Domingo, fueron a visitar y llegaron a esa casa tan pobre del poblado. Tocaron y fueron apareciendo los hermanos, uno por uno, que María abrazó con cariño. Se notaba el contraste con aquella gente paupérrima. Cuando apareció la madre, ella impidió que María se le acercara.
_Que te has creído, faltar el respeto a tu familia, a tu madre, a todos…
Cómo se te ocurre venir en auto, con un hombre rico, sabiendo que somos pobres.
Los ricos nunca se mezclan con los pobres. Los usan y después los botan.
_Pero, mamá. El es mi novio. El me quiere. Estamos de novios y vamos a casarnos
¿Cómo quieres que haga mi vida sin Uds.? Como si jamás hubieran existido…
_ Lárgate María, no vengas de nuevo con él… y empujando a los hermanos, fueron entrando hasta dejarlos solos.
Ella lloró como nunca, se enmudeció y agachó la cabeza. Sintió mucha pena.
Alberto la abrazó con ternura, la acompañó hasta el auto y regresaron en silencio.

Su novio se encargó de llamarla, animarla, invitarla, y hacerle panoramas.

En su casa, Alberto conversó privadamente con su padre, ayudándose con un trago.
_ Papá, necesito tu consejo. Tú sabes que nosotros con María…
_ Si, todos estamos muy contentos con María. Será la mujer de tu vida. Atrévete, hijo.
_ Noo…Noo papá. Escúchame unos minutos, por favor.
Fuimos a visitar a su familia. Son todos muy pobres. Viven en El Angelito. Su madre se enojó porque ella había ido elegante, en auto, acompañada por mi. No le gusta que su hija se meta con ricos…
_ Tiene razón esa mujer… Los ricos no deben que mezclarse con los pobres. Son puros problemas para ambos – replicó el padre, cambiando el tono de voz.
_ Pero papá, yo la amo y quiero casarme con ella. No me importan sus parientes.
Tú acabas de decirme que será la mujer de mi vida. Que me atreviera. ¿Qué pasó?
¿Ya no lo es, porque su familia es pobre, de otro nivel social?
_ ¡Por supuesto que no…! No te vas a auto-exiliar en el monte con ella para no encontrarte con tus parientes y nuestros conocidos.
¿Quieres terminar en El Angelito haciendo empanadas de horno con tu suegra y tus cuñados?... arrancando del mundo en que has vivido siempre. No arruines tu vida…

Semanas después.
_María, escúchame en silencio. Si nos casamos pronto, ambas familia lo deberán aceptar. Al anillo de compromiso que llevas, deseo agregarle otro de bodas. Yo te amo y vamos a celebrar la boda civil en privado, sin familias. Tú puedes conseguir la casa. La iglesia será para más adelante.
_Alberto, tu sabes lo que siento por ti. Sólo accedería si va a ser hasta la muerte.

Al sábado siguiente, la dueña de la tienda en calidad de anfitriona, preparó lo necesario para celebrar dicho acontecimiento con moderación en su casa. Serían los testigos un amigo de Alberto y la peluquera, que debían jurar minutos más tarde.
Frente al nerviosismo de todos porque aún faltaba que llegara el oficial civil, de pronto sonó el timbre. Alberto se abalanzó a la puerta, pero cuando abrió ingresaron cuatro desconocidos que mencionaron venir a saludar al novio. Cuando comenzaron los abrazos, tomaron a Alberto, lo sacaron en vilo, amarrando sus pies con cuerdas que ellos traían.
Lo metieron a un auto y escoltados por otra camioneta, partieron, dejando consternados a todos y a María sumida en llantos que no terminaban nunca.

Rato después, en casa de los ricos comenzaban los festejos.
_ Salud por mi hijo Alberto, que se escapó del embrujo de una cualquiera.
_ Brindo por mi padre, dijo Alberto, que me abrió los ojos para escapar a tiempo. El oficial no llegaría nunca ¿verdad papá?
_ Hago mi brindis por mi querido colegio en Santiago, donde también fueron mis hijos a adquirir conocimientos, cultura, roce social y reforzaron sus tradiciones. También forjaron lazos con sus compañeros y amigos de hoy. Salud,… para que tal nivel jamás decline en ninguno de ustedes. Somos todos caballeros. Alberto ha quedado como un caballero, con la frente en alta por esa mujer. ¡Ella jamás tendrá pruebas que demuestren lo contrario! El oficial civil jamás llegaría porque es de los nuestros.
_ Alzo mi copa una vez más, por la visión de mi padre. El me ha instado a hacer ahora un viaje a Europa, que había postergado por diversas razones. ¡Salud!

Tiempo después, la huasa María, muy desilusionada con su vida, renunció a la tienda, huyendo de la vergüenza ante el pueblo y regresó con su familia. Pasaron los años cuando se atrevió a aceptar un pololo allá en El Angelito. Nunca se supo si lo quiso de verdad, pero se casó para complacer a su dominante madre. Tuvo hijos y todos terminaron viviendo en una nueva casa de madera, por cuyas tablas se filtraba el viento, con un baño en una caseta con un pozo negro, a algunos metros de distancia.

WIRIYO / 20.05.2008

DE COMPRAS

_Andreita ¿por qué no se pone el suéter tan bonito que le regaló la tía Mema para su cumpleaños?
_ Se me perdió, mamá. Hace más de dos meses que no lo veo.
_¿Lo buscaste bien Andreita? porque tú no tienes paciencia para buscar nada.
_ Si, lo busqué por todas partes. Le he preguntado a todas mis amigas y compañeras.
_Tus compañeras de la universidad te lo sacaron y no te van a decir. Era tan fino. Tan bonito y te quedaba muy bien. Esa gente ordinaria no aprecia lo que es bueno.
_Hasta cuándo mamá ¿vas a seguir?... a mi no me importa, uso cualquiera de los otros.
_ No mi amor, bajamos ahora mismo al Alto Las Condes a comprar uno parecido.
Lávese los dientes, péinese para que vayamos de inmediato. Mientras tanto le voy a dejar comida al perro y conectar el riego. Avísele al papá que vamos y volvemos en una hora.

Madre e hija salieron juntas en auto. Desde el primer semáforo, tocando bocinas, se dedicó a gesticular levantando el dedo, gritando su ira. _¡Mira la lentitud que lleva ese desgraciado! ¡Apúrate maricón,… infeliz!
Mire cómo manejan estos imbéciles, Andreita. Huyy! ¡Hoyo maricón! Casi rompo la rueda…el amortiguador… el auto entero.
_Mamá ¿quién te apura tanto? baja la velocidad, por favor; vamos a chocar si sigues…
_ Ud. no me venga a criticar cuando manejo. Póngase el cinturón m’hijita, por favor.

Estacionado el auto en el Alto Las Condes, donde luego de mirar unas boutiques, entraron en una. La madre siempre adelante.
_Oye linda, qué vale ese suéter rojo que está en vitrina.
_¿Cuál de los tres rojos, señora? El de cachemira vale $ 90 mil, el de lana al 80% $ 45 mil y el de hilo $ 30 mil, señora. ¿Desea probarse alguno?
_¿Cómo se te ocurre que yo me voy a poner ese color? ¿No ves que es para mi hija?
Vamos a otra tienda Andreita. Esa mujer está loca. Mira las leseras que pregunta.
_ Tranquila mamá. No tienes que andar peleando con todos, por favor.
_Gente ignorante, que no tiene dos dedos de frente, ni completó la primaria la tonta.

Luego de ingresar en varias tiendas, la mujer, que por su naturaleza agresiva, ofendió de palabras y gestos a diferentes vendedoras, se agarró con la hija porque tenía gustos diferentes y caminaba incesantemente entre numerosas tiendas, no se decidía por un modelo u otro, los colores, los botones, hasta que la madre reventó:
_ Mira, cabra de mierda, hace dos horas y media que ando con dolor de pies, me duelen las piernas, la cintura y la espalda. Por tu culpa, después voy a tener que llegar a ponerme el güatero. Esta es la última tienda y después yo me voy, porque ya no soporto tanta gente, tanta indecisión y tanto dolor con estos zapatos.

Estaba la señora retando una vez más a la hija, cuando de pronto escucha una voz femenina que le grita: _ Anita… Anita … ¿qué es de tu vida, mujer? le dijo muy sonriente otra señora, acercándose.
_ No puedo creerlo. ¡Paz Echaurren! Cada día más estupenda. Te ves una lola.
_ Tú no recuerdas a mi hija menor, mi conchito, se llama Andreita Errázuriz Valdés. Andamos buscando un suéter de cachemira, de esos de $ 150 mil, porque la robaron.
Creo haber visto algo en mi venida anterior, pero ahora ya no están. Si no hay, compraremos en nuestro próximo viaje a Buenos Aires en dos meses más.
_ Tu estay igual Ana María Valdés, aparentai treinta.
_ ¿Si? ¿tan lola me veo? Le estaba contando a Andreita que gracias al deporte me mantengo en buena forma, sin enfermedades, sin achaques, sin dolores de nada, con alegría de vivir todos los días, porque esta ciudad está plagada de locos.
_ Si. Está difícil Santiago. No te dejan manejar tranquila, entre tanto auto. Mucha delincuencia. A nosotros nos han entrados tres veces en cuatro años. Que terrible.
_¿Te parece si vamos a tomarnos un café, mientras Andreita compra? _ Ya, vamos.
_ Ud. mi amor se va a quedar con mi cheque en blanco para que compre y pague, mientras con la tía Paz vamos a charlar después de tantos años. Usted. nos ubica cuando termine. Estaremos ahí.

Las mujeres conversaron de sus actividades, de los maridos, los hijos, mientras la hija
sintió por primera vez que su madre confiaba en su gusto personal.
Una hora después, cuando terminó la compra, fue al encuentro de esas mujeres que se- guían con el tercer café y el octavo cigarrillo, recordando a las amigas comunes, las fiestas quinceañeras y sus primeros romances.
_ Ahí viene llegando tu hija, Anita.
_ Andreita, mi amor. ¿Por qué viene acompañada con un guardia? ¿Te asaltaron?
_ No señora. Ud. va a tener que acompañarnos.
_ Ud. qué se ha imaginado, roteque. ¿Cree que le voy a hacer caso? ¿No ve que estamos conversando con la Paz y estoy ocupada?
_Si mamá,... vas a tener que acompañarnos,…, me quitaron el carné en la tienda.
_ Venga señora, porque a su hija la pillamos robando unos suéteres.
_ Cómo se le ocurre decirme estupideces. Nosotros vivimos en la Dehesa. Allá nadie tiene necesidad de andar robando. ¿No es cierto Andreita?
_ No, mamá. Es verdad que estaba robando,…y me pillaron,…tú sabias que el cheque no tenía fondos y no me lo recibieron. …entonces, ¿qué iba a hacer?

WIRIYO 5.5.2008

lunes, 31 de marzo de 2008

EL PERRO DE LA CASA

Willy era el menor de tres hermanos. Desde siempre en su casa estuvo presente un perro, un quiltro que el padre compraba en esas cajas de cartón en las veredas del centro.
Cada cachorro con que llegaba el padre siempre era un perrito fino, de raza.
Meses más adelante, cuando crecía asomaba el quiltro entero, pero todos habían logrado encariñarse y Willy entretenerse como buen adolescente perrero.

Los veterinarios y vacunas se desconocían. Los perros se recibían regalados o se compraban, se les entregada el viejo plato metálico enlozado donde se vertían las sobras de las ollas. Era una forma de disminuir la basura que se sacaba a diario en el añoso y aporreado cajón de madera. El carnicero surtía el hueso molido para enriquecer su dieta.

Este ungüento se iba pegando en el plato que una vez por semana se ponía bajo el potente chorro de la manguera para desincrustar la carroña. Nadie lavaba pulcramente ese plato, por eso los canes iban enfermando y de pronto morían.
Así se iban sucediendo en el cargo titular de la casa, los finos quiltros, comiendo siempre del mismo plato. Cambiaba el pelaje, nombre, largo de la cola, pero el collar y cadena siempre eran los mismos.

Al perro de turno lo adoraba, pero lo obligaba a entretenerlo, remolcando un carricoche hecho por él mismo con un cajón manzanero y ruedas de patines. Willy sentado en su interior, le daba dirección con los pies y adelante el perro galopaba a la máxima velocidad huyendo de este ruido ensordecedor que lo perseguía.

Willy vivía cerca de la plaza Pocuro, porque habían llegado a colonizar el barrio, que entonces mostraba sus primeras casas. Allí tenía su grupo de amistades adolescentes con los que estaba ese día jueves en la tarde, cuando apareció un quiltro, con cara de vivaracho e interesante para él. Cuando le tiraba una piedra, corría a buscarla, la recogía, la dejaba en el suelo a sus pies, se sentaba y movía la cola, manos, orejas y ojos, con un rostro muy expresivo de algarabía. El joven le tiró piedras, palos y siempre el perro demostró que sabía hacer muy bien su oficio. Entonces venía la recompensa con cariños, palmaditas que agradaron al perro. Todos los amigos se entretuvieron con ese perro hasta que dieron las ocho y partieron todos a sus casas.

Willy llegó a su casa seguido por el perro y se despidió con unas caricias, dejándolo afuera en la calle.
Estaban comiendo, cuando de pronto se sintió una pelea de perros en el jardín con espantosos gruñidos y aullidos de pánico. Partieron a ver que sucedía con su perro.
El can forastero, con aspecto simpático, se metió por los barrotes de la reja y como era un callejero, agresivo, que subsistía por instinto, comió la comida del dueño de casa y cuando éste intentó defender lo suyo, casi muere en el intento.
_ ¿Por qué hay dos perros en la casa? preguntó el padre, mirando sólo a Willy.
_ Me siguió desde la plaza. Yo no lo entré. Te lo juro papá. Se metió sólo.
_ Hijo, mira al Capulín como está mordido, con sangre, asustado y con la cola gacha.
_ Ayúdenme a echar a ese perro afuera. Saquémoslo ahora.

El padre y los hermanos mayores tomaron escobas y así lograron que el diablo se fuera.
El Capulín, muy asustado se dejó lavar sus heridas y le llenaron nuevamente su plato con una sobra de garbanzos tibios.

Al día siguiente el Capulín andaba temeroso esperando lo peor.
Estaban poniéndose los pijamas en esa casa cuando se oyó peleas de perros y maldiciendo al intruso lo pillaron comiendo en el plato ajeno.

_ ¡Ahora mismo vamos a poner punto final a ese perro! ¡Sacaremos a don Sata de nuestra casa!
_Echémoslo de nuevo afuera. Esta vez el perro mostró los dientes a los dueños de casa.
_ Dejémoslo para mañana, que es sábado.
Esa noche todos durmieron mal porque el rosquero mordió mucho al Capulín.
El sábado después del desayuno el padre preparó el ambiente para sacar al intruso. Willy era quien tenía llegada con dicho perro.
_Toma esta sábana de baño y te metes en el asiento trasero del auto con el perro en el piso. Entonces le envuelves la cabeza con la sábana para que no vea dónde lo vamos a ir a botar.
Partió el equipo inquisitivo a dos cuadras del canal con su víctima encapuchada por calle Bilbao, cruzó el puente de madera del canal San Carlos y siguió por ese camino rural, quizás en total 2 kilómetros.
Cuando se detuvo el auto, bajó el padre, abrió la puerta trasera y tomó una piedra del camino para arrojarla sin puntería alguna. Tal vez para amedrentarlo, porque se asustó.
_Vamos a pasar a comprar unos clavos a la ferretería aprovechando que está abierta, dijo el padre, mientras estacionaban el auto, compraron y siguieron para la casa.
Allí se dieron cuenta que los estaba esperando el perro desterrado.

_ ¡Quiltro de mierda, carajo!
_ Toma al perro y súbete nuevamente, porque esta bestia no me la va a ganar.

Entonces repitieron el procedimiento, pero esta vez, pasaron de Tobalaba, por Colón, hasta dos kilómetros donde se terminaba el pavimentado, pero doblando dos cuadras a la izquierda de Colón, subiendo dos, dos a la derecha, subiendo dos… hasta que llegaron al ripiado, que tendía a ser con subes y bajas. Nuevamente el padre procedió sin puntería a la lapidación del perro, que corrió asustado.


_ Ahora súbete rápido y que no nos siga.
Llegaron al pavimentado y nuevamente comenzaron dos para abajo, dos a la izquierda, dos para abajo, dos a la derecha… para no dejar olores que el perro pudiera percibir.

Cuando llegaron a la casa, entraron temerosos que allí estuviera la bestia infernal, pero afortunadamente se había perdido para siempre.
El Capulín estaba decaído, no quería comer, parece que estaba con depresión de tanto ser atacado y desplazado. Willy lo había abandonado. Había sido mordido por un forajido matonesco, un extraño en su propia casa, que se había comido todo en su propio plato, y que aparecía y desaparecía produciéndole gran inseguridad. Eso lo obligaba a refugiarse en un rincón, bajo unas plantas mojadas para protegerse. Allí tiritaba toda la noche. La nana de la casa le hacía cariño, le llenaba el plato con leche, pero el perro estaba con su mente perturbada.

Willy y su vecino del frente se entretenían mucho desde que llegó ese perro vago, entonces el domingo se juntaron, conversaron y salieron a caminar a pié haciendo el mismo recorrido que el auto, tras su búsqueda porque querían reencontrarlo. Era un tramo muy largo, porque regresaron agotados y sedientos, como consecuencia de las largas horas de caminata,… caminata que sin duda, dejó un rastro, un rastro que un olfato hambriento, podría seguir fácilmente.

Y justamente aquella misma tarde apareció de regreso el perverso vago, que con todo el espanto de los dueños de casa, se metió a comer la comida del Capulín, lo mordió, mostró sus dientes y le quebró definitivamente su espíritu.

El dueño de casa hizo unos intentos por llamar a la perrera, pero era algo tarde.
El Capulín estaba tan mal que prefirió la calle. Se fue de esa casa y nunca más volvió.

Ya casi comenzaban a encariñarse con el perro intruso, pero a los pocos días, siguió los pasos del Capulín, y también se fue y esa casa quedó sin perro para siempre.

WIRIYO
15.03.2008

LA FAMILIA

Angelina y Pablo, habían tenido dos hijos en quince años de matrimonio; Angela de 20 y Mauricio, de 24 años. Con mucha dificultad, éstos pudieron terminar el colegio y estudiar una carrera en la educación técnica superior.
Mauricio entrando a la adolescencia, ya había llevado a sus primeras pololas a su casa. Era un fauno que cambiaba mujeres con regularidad, hasta que aparecía la siguiente.
A veces las dejaba alojando y las chicas no tenían mayores reparos para no regresar a sus casas.
Unas tras otras iban pasando por esa casa y también las casas de los amigos, y de manos de un amigo a otro. Algunos muchachos también eran recomendados de manos de una a manos de otra amiga íntima, sin secretos de ninguna especie, con una ficha verbal de toda la potencia que daba el músculo, las horas de marcha, velocidad de marcha y el rendimiento.
Los padres no se atrevían a detener los desenfrenos de su hijo mayor, que se tomaba la casa con su grupo de amigotes, bebiendo en exceso, gritando como lo saben hacer los jóvenes, con la radio a máximo volumen, en medio de luces que se apagaban y encendían cada media hora, allí ocurriendo de todo.

_Ultima vez que les aceptamos que una amiga se quede a alojar. Esto no es un hotel.
Si quieren convertir esta casa en hotel, entonces paguen lo que cuesta un hotel.
_¡Pero mamá, por qué te pones así!
_ Porque Uds. dos son unos atrevidos e insolentes. Están estudiando. No tienen dinero, pero quieren que nosotros les paguemos los almuerzos, las onces, las comidas, los tragos y el hotel a sus respetivas parejas y las de reemplazo. Más encima son unos irresponsables que no se dignan lavar lo que ensucian, no son capaces de sacar la basura, no colaboran en nada y cada uno prácticamente vive con su pareja en su dormitorio. Sus parejas son unos vagos que se levantan a las 4 de la tarde igual que Uds. ¿Creen que somos sus sirvientes? No se dan cuenta lo inmaduros que son.
_Ya mamá, basta. ¿Crees que somos cabros chicos para que nos andes retando todo el día?
Uds. también fueron jóvenes, gritaron, patanearon e hicieron lo mismo que nosotros en su época. Si no te gusta como somos, nos vamos a la casa de mis suegros. Allá no nos molestan.
_¿Cómo te atreves…? váyanse, lárguense. Nos los quiero tener más sin hacer nada, mocosos de mierda. Salgan a buscar un trabajo y ayuden en las cosas de la casa. No hacen nada y se quejan porque les mencionan que no colaboran. Pero si se van a ir, váyanse ahora, no en dos años más, porque me tienen aburrida, igual que a tu padre, que ni lo respetan.

Al día siguiente, Angelina y Pablo tuvieron que tragarse su dignidad, cuando vieron que su hijo Mauricio por primera vez empacaba sus cosas, saco de dormir, guitarra, parca, luego de pedirle dinero a su hermana Angela y al pololo, salieron sigilosamente sin hacer el menor ruido con su novia, que más parecía su amante, porque había usado todos los anticonceptivos de los próximos veinte años, pero sólo en uno.

Esa noche, esos apesadumbrados padres salieron donde un matrimonio emparentado para desahogarse, tomarse unos tragos y olvidarse de los adolescentes de la presente generación. Allá pudieron comprobar que ocurrían hechos semejantes, porque los hijos también se alojaban con sus amores de turnos, como si se viviera Sodoma & Gomorra del siglo 21 en forma habitual, propio de la globalización y el condón.

Al observar Angela que su hermano se había ido a vivir a casa de esa mujer, sintió que todas las miradas de sus padres estaban concentradas en su comportamiento. Ellos la instaron a no repetir el mal ejemplo de su hermano. Antes de una semana Angela le había pedido a su enamorado irse a las 12 de la noche, no más besuqueo en el living, se acabaron las encerronas con llave en el dormitorio. Se diría que ella acusó recibo y comenzó a colaborar, a comportarse como la hija modelo que fue cuando niña.

Pasaron algunas semanas, cuando un día llegó de visita Mauricio. Venía solo. Muy atento, cariñoso con todos, respetuoso con su padre, muy alegre, bueno para la talla. Se veía otro al que partió, pero cuando le preguntaron por su chica, manifestó que estaba bien, buscando algún trabajo, pero los suegros y cuñados no muy comprensivos, lo habían echado de esa casa al enterarse que la Lucy estaba embarazada. El no quería tal llegada porque ninguno trabajaba.
_¿cuántos meses tiene?
_ dos, no más.
_¿qué vai a hacer Mauricio?
_ casarme cuando trabaje, poh. qué otra me queda. No me voy a arrancar.
_ puchas, estos cabros… ¿me vai hacer abuela, Mauri?
_¿han conversado de casarse? ¿cómo se llama la niñita con la que te casarás?
_Lucía Pinto. Lucy, para todos uds., papá.
_ No… hemos conversado de casarnos hasta que uno de los dos tenga un trabajo.
_¿Dónde van a vivir mientras encuentran trabajo?
_No lo sé. Porque allá están molestos conmigo.
_Claro, pus. Si te lo pasai en eso no más y les dejai la cabra embarazada. Además no te querís casar. Entonces, no les gustái por eso. Uds. se enviciaron. Pasan en eso todo el día.

Pasaron unas semanas y un día apareció nuevamente Mauricio con la Lucy, que traía la sorpre-sita tan comprimida que no se notaba. Del taxi se bajó el chofer y comenzó a bajar maletas, sacos de dormir, frazadas, la guitarra, parcas, cajas con zapatos, colgadores con ropa.
Tocaron el timbre y abrió Angelina
_ Mamita, te había echado tanto de menos ¿Nos aceptan a alojar por un tiempito corto?
_Mauricio, Lucy, que gusto de tenerlos por aquí de nuevo. Van a tener que acomodarse en el
segundo piso, en tu habitación. Entren las cosas, conversamos y después se acomodan para que queden confortables y se duermen.
_Vamos a tener que comprar algunas cosas que faltan, dijo Mauricio con cierta displicencia.
_¡Que…! ¿ya tenís trabajo?
_ No, todavía andamos buscando. Pero Uds. nos hacen un préstamo por unas semanas ¿ya?
_¿Qué necesitan tan urgente?
_ Una cama de dos plazas con un colchón gigante. Uds. comprenden ¿no es cierto?
_¡Oye que llegaste exigente! y Ud. mi amor, cómo se ha sentido. ¿me ha cuidado al nieto?
_Si tía… Lo estoy cuidando especialmente para que Ud. lo goce cuando nazca, tía.

El tiempo del embarazo se terminó en medio de tremendos estruendos nocturnos de la cama en el segundo piso que golpeaba agitadamente la pared del dormitorio con el respaldo, entre quejidos, gemidos, gritos de euforia despertando a todos dentro de esa casa y a los vecinos, sin ninguna inhibición.
El acto terminaba simbólicamente todos los días a altas horas de la noche, con la misma frase
_Te pasaste guatón. _ Tú también… cada día más rica, y luego se sentían lo pasos hacia el baño, el chorrro de orina en el centro de la tasa, justo en el agua, luego un pedo y minutos después la cascada femenina y la cadena. Ningún vecino del barrio dejaba así de enterarse.

Nació la criatura, fea como noche oscura, aunque todos les dijeron que era precioso.
El bautizo se consiguió con un contacto, sin cursos para padres, pues ellos no estaban para perder su preciosa ociosidad en una iglesia.
Esa tarde se reunieron los parientes de ella y de él, que ni se conocían, recibiendo los consabidos regalos para el durmiente, mientras los padres, tíos, abuelos, festejaron en grande.

Al día siguiente, a pesar de estar muy cansados, los abuelos Angelina y Pablo, se levantaron a lavar la loza, barrer, encerar, sacar la basura, limpiar y ordenar, cuando eran las 5 de la tarde sintieron que Mauricio les gritaba si le podían subir una tasa de té a él y a Lucy.
_ ¿Qué se habrán imaginado estos cabros flojos? Levántense ya, que es bien tarde porque tu padre y yo estamos limpiando desde las nueve.
_Viejita, rájate con un desayuno.
_¿Van a comenzar de nuevo con las exigencias? Bajen, toman desayuno y dejan lavado, en orden, porque nosotros también estamos cansados.

Esa casa fue rápidamente traspasándose de manos de los padres al haragán y la floja que invitaban como antaño a sus amigos y amigas a quedarse hasta las siete de la madrugada, en medio de ruidos de radio a gran volumen, gritos de todos, cantos, guitarreos, abrir y cerrar de puerta porque llegaba la nueva botella y muchos salud por la amistad de tantos años.

El niño feo gateaba por toda la casa, pero sus padres siempre estaban ocupados en su bullicioso vicio. Lucy pasaba exhausta de tanta exigencia, sin fuerzas ni siquiera para postular en alguna pega y lograr su primer trabajo. Ella jamás había trabajado en ninguna parte, ni siquiera para pasar el hambre. La televisión les corroía el alma y ambos se dejaban llevar por un programa tras otro.
Cuando el niño lloraba la abuela allí corría para mudarlo o darle sus alimentos. Ellos estaban muy complacidos de tener una niñera, que les comprara todo e hiciera comida a todos, totalmente gratis. ¡qué mejor se podía esperar!

Pasaron los meses. Mauricio postuló a algunos trabajos, pero sin ningún éxito. Ellos sólo hacían planes para el día que tuvieran trabajo, como si fuera el término de todos sus problemas. Lucy, bajo el pretexto del cuidado de su hijo, no hacía intentos de búsqueda. En nada colaboraba en la casa a sus suegros. Prácticamente pasaba encerrada en su dormitorio, algunos días sin bañarse, sin vestirse, como viviendo entre la ensoñación, la lujuria, la somnolencia y la flojera extrema.

Antes que el niño feo cumpliera un año, su suegra le pidió que se hiciera cargo porque debía salir. Eso no le pareció bien porque ya se había acostumbrado, entonces le replicó.
_ Tía, porqué no lo cuida el tío, porque hoy no me siento muy bien.
_ ¿Cuándo te hai sentido bien para cuidar a tu hijo, limpiar tu dormitorio, lavar y planchar la ropa de Mauricio, ayudarnos a preparar las comidas, lavar la loza, o hacer algo?
_ ¡Qué se mete Ud. en lo que no debe!
_¡Claro que me meto! Naciste cansada. Para eso soy la dueña de casa y en mi casa mando yo.
Eres una mujer floja que nunca va a mover un dedo, esperando que otros se lo hagan todo.
_ Hable con su hijo. ¡A mi no me viene a levantar la voz, señora!
_ Mira Lucy, tú y mi hijo son un par de flojos que no estoy dispuesta a soportar. Lárguense lo antes posible. Búsquense otro lugar. Váyanse a la casa de tus padres, si los reciben.

Esa tarde, cuando apareció el Mauro y Lucy le contó que los echaron de nuevo, entonces se pusieron a hacer sus bultos, llamaron un taxi, lo cargaron y partieron, gritando: ¡el niño lo vamos a venir a buscar otro día!

El feo cumplió cuatro años y jamás lo volvieron a buscar. Sólo el Mauro regresaba cada tres meses a verlo y al rato partía.
Cuando el niño cumplió 5 años, el Mauro regresó definitivamente a casa. Había roto con la Lucy, que jamás demostró interés por su hijo.
Padre e hijo se conocieron mejor, comenzando a normalizase una relación que antes no tenía ningún vínculo. Con el tiempo la yunta se hizo íntima y el padre algo responsable al fin.

WIRIYO

20.12.2007

EL ENCUENTRO

Berta, solterona de cuarenta años, delgada, de corta cabellera rubia, alta, de buena estampa, está llena de aflicción. Comparte un departamento en un barrio de clase media en Santiago con su única amiga algo menor. En sus bebidos lamentos de trasnoche su amiga le sugiere colocar un aviso para contactarse con algún varón. Tiene un fracaso matrimonial del que no hay hijos.

Julio, es un hombre soltero, de mediana estatura, de rostro armonioso, delgado pelo claro, menor de treinta años, que reside en Rancagua con un primo muy amigo desde la infancia, que es un mujeriego, nunca trabaja , un bebedor empedernido. Cincuenta hectáreas de viñas dejan para un pasar con ciertas holguras. Su primo se pasa todos las semanas del año postulando a un trabajo por el diario, sin concretar jamás nada. De tanto mirar avisos, le menciona a Julio un teléfono de cita que ha puesto una mujer.

En su profunda soledad Julio recuerda el número y cuando queda solo, llama.
Hablan con mucha distancia y respeto. La mujer se interesa por lo que dice y cuando está dispuesta a dejarse llevar por la conversación, él comenta que es preferible seguir otro día si es que a ella le parece.

Ella le confidencia a su amiga que encuentra por fin al hombre de sus sueños, pero aún no lo conoce.

El vuelve a llamarla y continúan. Ambos se interesan, pero cuando llegan a una mutua y completa fascinación, nuevamente él le insinúa que es mejor seguir conversando otro día.
En las siguientes conversaciones ambos están vivamente interesados, y comienzan tímidamente a entregar los números telefónicos, y en las próximas, las direcciones y descripciones físicas generales.

Al día siguiente Julio habla con su amigo mencionándole que mañana viaja por un par de días a Santiago; que por favor no orine fuera de la taza, que no le deje cosas botadas en el piso y no pierda la llave. Temprano y con anteojos para sol, el hombre toma un taxi, un tren y otro taxi, para ir al domicilio de Berta. Pide al chofer que hable por citófono para saber si hay alguien que lo reciba y así pagarle. Cuando se pone en movimiento el auto, aparece la amiga de Berta que gentilmente lo hace pasar. Le dice que ahora ella va de viaje a Rancagua, pero que puede esperarla hasta que regrese.

Berta llega a la dirección en Rancagua, toca el timbre y abre el amigo vago, que con la cerveza de siempre, seduce a la mujer que responde ardorosa. Minutos después ambos tienen sexo en el sofá y ella le dice palabras tiernas y amorosas. Vuelven a repetirlo en la cama y luego un cigarrillo bien conversado.
Es entonces, cuando ella le pide que le siga contando lo que había quedado pendiente por teléfono.
El hombre se enrojece, se turba y así se percata que no es la persona que creía. Por suplantación lo insulta y le pega. Indignada, Berta se viste y parte de regreso a la estación.

Julio, aburrido de tantas horas de espera, se despide de la amiga que lo ve desplazase complicado en una ciudad que no es la suya en medio de la oscuridad. Camina unas cuadras, pregunta por una plaza y se sienta en un banco dispuesto a seguir esperándola. Nervioso, nueve las piernas como si le trajeran la calma que tanto necesita. Ha estado bajo tensión por más de 24 horas y ya siente como la espalda le reclama.

Minutos después, llega Berta a su casa en Santiago y su amiga le informa que vino su amor del sur.
Esta pone cara de asombro. Se pinta, se perfuma, acicala su pelo y parte en su búsqueda

Horas más tarde encontró al hombre sentado en esa plaza. Se acercó conversándole y pidiéndole que le terminara de contar el cuento inconcluso por teléfono. Ella notó que el hombre con anteojos ahumados, ya entrada la noche, permaneció impávido, con el rostro impenetrable y el cuerpo inmóvil a pesar de compartir el mismo banco.
_ Julio, soy Berta. Tengo el pelo rubio teñido…, no sabía que tú vendrías. Tu amigo me informó en Rancagua que habías venido a la capital.

Entonces se paró frente de él y con el mayor tino le sacó suavemente los anteojos comprobando que tenía los ojos cerrados.
_ ¿Eres Berta? Estuve en tu casa esperándote toda la tarde y no estabas. Quedé frustrado conmigo.
_ ¿Por qué no querías hablarme? Yo amo a Julio del teléfono, te amo de verdad Julio, tenía tantas ganas de acariciarte, tantas ilusiones...
Y ella le tomó sus manos con los ojos húmedos de lágrimas y las puso en su propia cara para que pudiera aprender sus facciones, sus rasgos, su pelo.
Entonces él percibió su rostro, sus facciones, el largo de su cabello y besando sus manos, le dijo que la había esperado veinte años, desde que perdió la vista.

WIRIYO

28.11.2007

DE VACACIONES

Un día mi padre en la mañana dejó un recado para que en la cena estuviéramos puntuales porque debía hablarnos a todos como familia. Esa noche nos notificó que las finanzas del año no habían sido las esperadas, motivo por lo cual no saldríamos a veranear.

_ Una vez más espero la colaboración de todos Uds., manteniendo este tema como reservado. Como Uds. ya suponen, nos quedaremos por un mes sin salir de la casa, evitándonos así un bochorno social. Aprovechen de estudiar, repasar las materias en que no lograron las notas que con su madre esperamos Así, comienzan bien las clases en marzo.

Se compraba todo anticipado, vociferando en el almacén que era para llevarlo al veraneo. El pan se hacía en casa. La huerta proveía diariamente las verduras y manzanas. El gallinero nos surtía de huevos y la carne blanca. Sólo una nana vieja de confianza, muy fea, salía de compras a la hora más calurosa, tipo tres y media de la tarde, para que nadie la viera trayendo lo que pudiese faltar.

Yo miraba como cerraban las persianas, ventanas y cortinas para que se viera la casa sin moradores. También, se ponían las trancas en las puertas para que nadie pudiera salir, ni entrar durante 30 días.

Al día siguiente, mi padre a la hora de almuerzo nos recordaba las rigurosas instrucciones para todos, que teníamos que seguir al pié de la letra. Sólo escucharlo nos descomponía por completo a todos.

_ Deben mantenerse en absoluto silencio, espero no oír jamás un grito o una risotada. Todos tienen absoluta prohibición de cortar ramas, hacer fogatas, tocar el piano, o guitarra. Pueden tener juegos de naipes, de ingenio, o dibujar. Este obligado encierro era soportado bien por la mayoría hasta una semana. Luego venían las odiosidades, los enojos de unos con otros. Las mujeres tejían o pintaban oleos, muy a disgusto. Los hombres tallaban maderas, escribían poemas. La lectura era costumbre para todos, por imposición. El aburrimiento era lo habitual. Para comunicarnos debíamos hablar en voz baja, entre murmullos.

Un hermano menor, siempre muy rebelde y alocado, se escapó por cierta ventana una noche. En la mañana cuando nos dimos cuenta que no estaba en su cama, comenzó la operación de salvataje.
Mi padre estaba furia. Había que esperar la noche para no ser vistos. Salimos a tocar puertas en las casas que creíamos podría estar. Cuando dimos con su paradero, se negó a asomarse porque pensaba que lo íbamos a matar. Después de muchos argumentos, logramos llegar con él a nuestra casa en completa oscuridad.
Le dieron una zurra que jamás pudo olvidar, porque la autoridad era así. Un mes después lo llevaron donde el director espiritual del colegio para que lo enderezara.

Mi padre tenía la costumbre de madrugar y estaba todo el día atento al orden de nuestro simulado veraneo. Si veía que algunos de nosotros no se comportaba a la altura de las circunstancias, nos miraba levantando las cejas, dándose por terminado cualquier problema.
En las noches mi madre, siempre acompañada por su séquito y nosotros, que éramos ocho hermanos, observados por mi padre, teníamos largas tertulias, algunas muy aburridas por ser obligadas. Adivinanzas que nos sabíamos de memoria, las capitales del mundo, tablas de multiplicar dirigidas a mis hermanos menores, más una que otra anécdota nueva que no siempre eran escuchadas por todos de tanto susurrar.

El baño de la casa no daba abasto para tanta demanda, siempre con alguien esperando en medio de fragantes y penetrantes olores que dejaban nauseabundo los alrededores del corredor. Debíamos tener baldes con agua porque no se podía tirar la ruidosa cadena. El baño siempre estaba semi mojado, con las pozas de algún balde que goteaba. Era la porción de la casa más fresca, pero irrespirable cuando alguien enfermaba y se tapaba la tasa. El sopapo siempre estaba a la vista, a veces húmedo.

En la víspera del término de nuestro encierro, mi padre nuevamente nos sermoneaba sobre el lugar donde habíamos viajado en tren a pasar unas lindas vacaciones al campo, en el sur, para evitar desacuerdos. Nos volvía a repetir que era un secreto de familia que no debíamos revelar a nadie, para no caer en la desgracia de qué dirán. Al bochorno de mi hermano rebelde se le buscaría alguna buena explicación.

Al fin del último día se abrían las persianas, las ventanas, las cortinas, se dosificaba muy bien la basura a sacar, se comenzaba a regar y nosotros aparecíamos de regreso ante nuestras amistades.

Hoy me causa pena recordar esas costumbres tan patriarcales, cuando Chile tenía ciudades más pequeñas y la gente simulaba para tapar sus trancas y aparecer siendo más importantes como personas y familias.

WIRIYO
22.1.2008