jueves, 27 de marzo de 2008

EL MAGO

Luis Méndez había estudiado en un buen colegio de Santiago, tanto en exigencias como en ambiente. Obtuvo su título universitario acorde con las expectativas de su familia y el grupo en que se desenvolvía.
Por esas cosas del destino, tuvo un noviazgo que alcanzó a durar un suspiro, cuando se enteró que su novia estaba embarazada. De rancia familia, ella fajó su vientre para la ceremonia religiosa.
Pasajes de boda a Canadá desvanecieron cualquier pelambrillo posterior al respecto.

Allá ingresó a trabajar como profesional, en una empresa multinacional canadiense.
Estando en Canadá, nació su único hijo que tendría con aquella mujer, motivo por el cual ella optó por regresar a Chile.

Mantuvimos un contacto epistolar durante tres años, durante el cual más se afianzó nuestra amistad, además de saber lo bien considerado que lo tenían los canadienses, lo bien que le estaba yendo, cuanto podía ahorrar del sueldo mensual. Ese fue el tiempo que vivió en el extranjero.

Luis era un hombre optimista, alegre, bullicioso, de risas estridentes y contagiosas.
Como su estampa era muy varonil, de estatura alta, con tales características, atractivo tanto para los amigos, y especialmente a las mujeres, quienes eran presas fácil de cautivar.

Mantuvo correspondencia con muchos amigos a los que fue comunicando que su estadía en Canadá llegaba a su fin, en l972. Aquel tiempo de la Unidad Popular, también había escasez de dólares en Chile, por lo que su precio estaba por las nubes. Entonces fue cuando él regresó con el ahorro de tres años y reapareció en un escenario económico muy favorable para él. Compró al contado un departamento en el Golf y un lujoso auto nuevo. Ropas elegantes le daban aires de gran holgura.
Numerosas veces apareció de visita por mi casa cuando mis hijos eran pequeños.
Con gran cariño lo recibíamos sacando lo mejor para ofrecerle, a cambio de su simpatía, sus cuentos y bulliciosas carcajadas. Cada vez que regresaba, aparecía acompañado de una mujer más estupenda que la anterior, siempre cambiándolas para evitar mayores compromisos.

Años después, estando yo separado, nos acercamos mucho. El era un becado permanente para estudiar títulos de post grado. Así, nos reunimos muchas veces en torno a una botella de pisco puro y conversábamos largamente. Unas veces lo invitaba a mi departamento a comer con alojamiento y él me retribuía un par de días después en el suyo, o bien en casa de alguna amistad suya.
En una ocasión llamó a una amiga soltera para que fuéramos a visitar.
Entonces expresó que era conveniente ir en su auto porque el mío era para pasar verguenza.
Pasamos a un servicentro y él entregó las llaves al bombero: _¡póngale mil pesos!
Regresó el bombero con las llaves y él se metió las manos al bolsillo; al otro bolsillo; al de la camisa, para terminar pidiéndome prestado.
Llegados a esa casa, fuimos recibido con gran cariño por su amiga.
_¡Les ofrezco un sandwich y un cerveza helada, porque Uds. parece no han comido!
_¡No por ningún motivo! ¡No te molestes, mujer! ¡Estamos muy bien así!
_¡No es ninguna molestia! Nos dejó unos instantes para ir a pedirle a la nana.
Antes de diez minutos estábamos saboreando unas delicias que mataron el hambre
Recuerdo que Luis tenía la facilidad de conversar y comer a la vez, sin que se viera mal.
Tenía un gran estilo para gesticular y mover sus manos, siempre riendo y comiendo simultáneamente. Nos ofrecieron cenar y de la misma forma, excusándose, logramos quedarnos.

Ambos estábamos viviendo solos. Ninguno pasaba del huevo frito, frutas, pan y leche. Había una especie de hambre por flojera. Mi departamento no tenía ni siquiera hormigas de verano.

La familia de su ex señora era socia del Club de Polo. Como ella lo andaba aún merodeando en ese
tiempo, le facilitó un carnet de socio titular que le permitía acceso a todas sus dependencias.
Es así entonces que él un día me invitó a esa piscina.
Partimos en su elegante auto y cuando nos bajamos él me dijo_ ¿Te pido un gran favor?
_¡Si! ¡De qué se trata!
_¡ Tienes que ingresar por detrás del cerco de libustrinas y nos encontramos adentro!
_¡Pero, me estás invitando a entrar colado! ¡Prefiero irme, porque no es mi forma de entrar!
_¡Es que no ando con plata para tu entrada!
_¡Si me hubieses dicho que era una invitación así, no vengo! ¡Ya no somos niños para estos juegos!
_¡Paguémosla a medias para no pelear!

Con mi amigo no se pasaban penas, porque todo era risas, entre anécdotas ocurridas cuando recorrió Europa, y prácticamente casi todo el continente americano. Como si esto no bastara, tenía recuerdos simpáticos de su colegio, de la universidad, amistades por montones meticulosamente anotados en una libreta con teléfono y dirección.

Un día fuimos a visitar a otra amiga soltera suya. Siempre lo atendían hasta saciarnos.
Entre una canoa del Amazonas, reía contagiosamente moviendo sus manos para sacar un rico bocadillo, mientras el indio remaba impávido río arriba observando los caimanes a lo lejos. Entre las matas de juncos, junto a una fogata, él sonreía haciendo crujir una galleta con pasta de jamón, mientras el encargado de la expedición encendía luces y entonces... viene la risotada dedicada a esa mujer joven que escuchaba absorta mientras miraba sus gestos de explorador.
Antes que él terminara de narrar su cuento las bandejas estaban vacías. Era tanto su histrionismo
y corazón que ponía al hablar, que llegaban otras dos bandejas por mientras, para que el cuento no terminara jamás.
En la mesa a la hora de la cena, él bajaba del tren con una mochila para deambular por Cuzco, mientras los platos pasaban y pasaban. Entonces comenzó su recorrido para ascender por un sinuoso camino que lo llevaría a Machu Pichu. ¡Salud chiquilla!
_ ¡Margarita! ¡Otra botella de blanco, por favor! ¡A Lucho lo tengo seco hace rato!
_ ¡No te preocupes mujer, que estamos muy bien!
_ ¡Pero sí insistes...! _ ¡Bueno, muchas gracias!
_ ¡Estábamos recién comenzando a subir caminando con el guía...! y tomaba la copa servida...

Cada comida tenía una sola aventura que demoraba tanto como comida y trago tuviera al frente.
salpicada de risas, anécdotas, caminatas en la alfombra. Ese hombre hacía un trabajo de mago, porque cada vez que hablaba aparecía la comida y el trago.

Así nos estuvimos juntando con Luis, durante algunos meses hasta que me invitó a una fiesta en que habían gran número de mujeres solteronas, algo neuróticas, de veintinueve años en promedio. Era un ambiente muy elegantemente histérico, con abundante comida y el trago chorreaba por cascadas. Recuerdo que nos reímos mucho de los personajes que abundaban en esa fiesta. De traje largo, muy finamente vestidas, estaban esas mujeres ansiosas de pescar un hombre para casarse y tener un hijo. Después se vería que harían con él, pero al menos salvarían su honor al no quedarse “solteronas” en esos tiempos.
Desde esa fiesta, nos dirigimos a mi departamento como a la una de la madrugada, porque el ambiente era tenso, lleno de sonrisas falsas, plagado de halagos y adulaciones.
Recuerdo que allí fue la primera vez que vi a Luis entonado.
Le ofrecí un pisco que comenzó a soltar su lengua Como buen inquisitivo, entonces hice preguntas relacionadas a su pasado.
Como él estaba demasiado etilizado, vinieron sus respuestas_ ¡ yo creí que los canadienses eran tontos inocentes y confiados, así es que quise probar que si mi compañero desparramaba mis papeles, colocando mi parca al perchero, cuando viniera el jefe, él debía decir que yo estaba en el baño!
_ ¡Me echaron cuatro días después!
_ ¡ Mudarme de provincia fue para no dejar rastros!
_ ¿y después... qué vino a continuación?
_ ¡ Ingresar a la empresa de la competencia, pero en otra provincia!
_ ¿Cuánto tiempo trabajaste?
_ ¡Muy poco! ¡Porque yo seguía pensando todavía que el canadiense era inocentón y volví a repetir el mismo error, con igual resultado! ¡y... nuevamente me despidieron!
_¿Qué hiciste a continuación?
_ ¡Convídame otro pisco primero...! ¡Ahora sí! ¡Salud!
_ ¡Manejé un camión de la basura! ¡Por no más de tres meses, porque el olor era insoportable en verano!
_¿Luego, qué hiciste?
_¡Me fui a vender helados fuera de los colegios en un triciclo con campanitas! ¡Ja! ¡Ja!
_¿Cuánto tiempo duraste haciendo ese trabajo?
_¡No más de un mes y medio! ¡Si, un trabajo muy mal pagado! ¡Después me pinché una gringa para que me mantuviera hasta que se dio cuenta y me lanzó a la calle!
_¿Por qué no buscaste un trabajo, y lo hiciste bien?
_¡Yo he llegado a la conclusión que desde siempre le tengo aversión a trabajar! ¡Es más fácil estu- diar que trabajar! ¡Trabajar nunca!
_¿Cómo vives aquí en Chile desde tu regreso?
_¡Es por eso que tengo una beca de la U. Católica que incluye almuerzo! ¡Además, me justifico ante la gente! ¡Es por eso que voy a visitar a mi abuela a San Fernando, para que me ayude! ¡Mi hermana mayor se ha portado muy bien conmigo!
¡Es por eso que mantengo mi libreta de conocidos! ¡Allí están todos los que no haya visitado en los últimos tres meses! ¡Si voy con mayor frecuencia me cachan!
_ ¡El ultimo pisco y nos vamos a acostar! _ ¡Salud amigo! ¡Salud!

Fue estremecedor conocer la realidad contada de su propia boca. Los ebrios nunca mienten.
Dias después recibí una invitación suya en retribución. Fue a comer a la casa de un amigo.
Esta vez fue absolutamente diferente, pues todas su fanfarronería fue observada con gran disimu
lo y frialdad por mi parte.
Fui testigo del saqueo más grande, porque ahora conocía la cruda realidad: mi amigo era “ un bolsero profesional de alta escuela.”

Ahora yo lo podía visualizar retrospectivamente cuando llegaba a mi casa y con mi señora sacábamos lo mejor que teníamos para brindarle nuestro cariño. En ese momento su pobre amigo era depredado en sus propias narices sin poder captarlo. Ese amigo le estaba entregando con su familia lo mejor de su casa para atenderlo, estaban mostrando el inmenso cariño que le sentían.

A pesar que mi amigo no se acordaba para nada de sus confesiones en embriaguez, nos seguimos visitando y siempre montaba su espectáculo a cambio de comidas, situación que debía soportarla debido al gran cariño y estimación que le tenía.

WIRIYO
Diciembre 7 del 2004

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