jueves, 27 de marzo de 2008

EL VIUDO

Sergio estaba pasando por una de las peores épocas de su vida
Vivía solo y se encontraba trabajando no muy bien rentado como vendedor.
Quizás para acortar el tedio de ese día, tomó su vehículo y fue a visitar a media mañana al papá,
internado en un hogar de ancianos, un año después de enviudar.
_ ¡Vengo a visitar a mi padre! Don Alberto...
_ Si, si está señor. Pase por favor, que él está viendo televisión en el salón.

Sergio se encontró que su padre roncaba frente al televisor encendido y optó por sentarse al frente,
mientras otros ancianos contemplaban los comerciales.
Entre ronquidos estremecedores, el viejo se despertó y unos instantes después se fijó en la visita.
_ ¡Hola Sergio! No te sentí llegar...
_ ¡Acabo de llegar hace unos minutos, papá! ¿Cómo ha estado Ud.?
_ ¡Bien! ¡No me dí cuenta y me transpuse por unos minutos!
_ ¿Cómo está la Isabelita y tus chiquillos?
_ ¡Los niños están todos bien, estuve con ellos el fin de semana! ¿Se recuerda que
con Isabel nos separamos hace más de dos años, cuando mi mamá estaba viviendo con Ud.?
_ ¡No recordaba eso, que lástima! y... ¿cómo está tu hermano, el Tato, que no ha venido a verme?
_ ¡Muy bien papá...! ¡ Siempre muy ocupado !

Sergio no terminó su frase, cuando observó que su padre entraba en un nuevo estado de sopor y a los pocos instantes comenzaba a roncar profundamente.
Un par de minutos después, luego de fuertes ronquidos que lo despertaron, exclamó:
_ ¡Hola Sergio! ¿En qué momento llegaste?
_ ¡Acabo de llegar hace unos diez minutos, papá! ¿Cómo se ha sentido Ud.?
_ ¡Bién! ¡No me di cuenta y me dormí profundamente!
_ ¿Cómo está la Isabelita y tus chiquillos?
_ ¡Los niños están muy bién, los visité el domingo!
_ ¡Con Isabel nos separamos hace dos años, cuando Ud. vivía con mi mamá en la casa!
_ ¡No recordaba eso, que lástima! y... ¿cómo está el Tato, que no ha venido a verme?
_ ¡Ha estado regular no más, papá! ¡Tiene un juicio en su contra!

Nuevamente observó que su padre ronroneaba aumentando el volumen de los ronquidos.
Se escuchaba el murmurar de los otros viejos conversando.

Al cabo de dos minutos el viejito Alberto nuevamente despertó de su sopor exclamando:
_ ¡Hola Sergio! ¿Cuándo llegaste?
_ ¡Llegué hace quince minutos, papá! ¿Cómo ha estado Ud.? ¿Cómo lo han tratado aquí?
_ ¡Bien! ¡Parece que me quedé dormido o quizás me habré transpuesto por unos minutos!
_ ¿Cómo está la Isabelita y tus hijos?
_ ¡Los niños muy bien, papá! ¡Yo también, pero le recuerdo que estoy separado hace un par de años!
_ ¡No, no recordaba nada, que lástima! y... ¿cómo está el Tato, tu hermano, que no ha venido a verme?
_ ¡Ha estado mal, papá! ¡No ha podido venir porque lo metieron preso! ¡Ha salido bastante en los diarios!

Luego, observó como su padre, dijo que iba al baño, logrando pararse con mucho esfuerzo
caminó lentamente, mientras arrastraba los pies palmeta tras palmeta.
Sergió lo vió cerrar la puerta de baño de visitas y tras cinco minutos reapareció
a vista de los presentes, con todos los pantalones orinados, sin que él se diera cuenta.
El viejo se sentó en el mismo sillón que lo esperaba tibio, miró unos breves instantes
el televisor, pero entonces Sergio previendo que se dormiría, se paró rápidamente ofreciéndole llevarlo a pasear y después almorzar a su departamento.

En ese instante, los presentes prestaron su atención con cierta envidia a esta pareja que se había puesto de pié para conversar con la encargada del hogar, pasar a arreglarse y después salir.

¡Entonces, ahora vamos a ir a conocer tu departamento! ¡Porque no lo conozco!
¡Papá..., ya ha estado varias veces! ¡Se le olvidó..., pero no importa!

Luego de un breve paseo, Sergió le preguntó si deseaba tomar vino en el almuerzo, si quería
comer aceitunas, queso, a lo que el anciano respondió afirmativamente muy contento.
_ ¡Entonces Ud. me espera dos minutos sentado en el auto y voy a comprar todo lo que a Ud. le gusta!
_ ¡Bueno! asintió el padre.

Ya en el departamento, Sergió lo acomodó, le tapó las piernas con un chalón y fue a abrir el vino,
colocó el queso cortado junto con las aceitunas en un pocillo que llevó a su padre.
_ ¡Por favor papá, sírvase una copa antes de almuerzo!
_ ¡No..., yo a esta hora nunca tomo vino!
_ ¡Sírvase aceitunas y unos trozos de queso, papá¡
_ ¡No..., si yo no como queso! ¿quién te dijo que me gustaba el queso?
_ ¡Aceitunas papá...! ¡Siempre le han gustado! ¡Sírvase por favor!
_ ¡No quiero aceitunas! ¿por qué crees que me gustan las aceitunas?

Al rato, Sergio se paró nuevamente y se dirigió a la cocina por el almuerzo de su huésped.
Su padré se preocupó más en sopear un pan, que de terminar su comida.
_ ¡Quiero tenderme un rato en la pieza más tibia!
_ ¡Le voy a colocar una estufa eléctrica – papá -- para que esté más calientito!
Antes de dos horas, se despertó el viejo, acotando que en el hogar ya era la hora del té.
Insistió a su manera que lo fueran a dejar, recordando a Sergio que ahora se iba a llevar
su botella de vino para tomársela allá.

Sergió acompañó a su padre al interior del salón, y antes de retirarse, escuchó el
comentario que su progenitor hacía, dirigiéndose a los otros:
_ ¿No les he presentado a mi hijo Sergio...? ¡ Me llevó a pasar el día a su casa, con su
señora y sus hijos! ¡Me van a llevar nuevamente la próxima semana! ¡Miren la botella
de vino que me ha regalado!




WIRIYO
9-8-2004

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