José estaba recibiendo una tremenda golpiza, cuando decidió defenderse. Entonces tomó una piedra contundente y la lanzó al rostro de su agresor, cayendo éste desplomado.
Al ver que su compañero caía, el otro vigilante salió huyendo del lugar.
El hombre, que había recibido un trato vejatorio, también echó a correr en sentido contrario.
Al día siguiente, en su casa se enteró por las noticias que un delincuente había asaltado a dos guardias de una empresa, quitándole la vida a uno. Difundieron un retrato hablado del homicida para su captura por la policía.
El hombre acudió normalmente a trabajar y luego, se encerró en su pieza para saber más noticias en la TV y radio sobre el caso.
Ese sábado en la tarde, José fue al centro a comprarse una camisa. Luego, entró al cine a ver un documental de animales. Estaba allí solo, cuando sintió que merodeaba la policía tras su rastro y ellos comenzaron a ingresar a la sala. El pensó que no tenía como probar su inocencia, que iría injustamente a prisión. En un momento que los policías alumbraban los rostros de los espectadores con linternas, él caminó hacía el telón, saltó al entablado del proscenio, atravesó la imagen para introducirse en ella y desaparecer en la espesa selva.
Los policías miraron incrédulos que una persona pudiera atravesar la imagen incorporándose a ella.
Subieron al tablado y lograron también atravesar la imagen, ingresando en ella para desaparecer en su espesura. José iba adelante, pudiendo esconderse de la pareja que lo perseguía. El los vió pasar hasta que se alejaron suficiente de su vista. Más tarde, con paso seguro, los siguió a distancia para no ser apresado.
El los vio cansados, con sus chaquetas empolvadas, transpirados, con sed, hasta que llegaron a un riachuelo del que sacaron agua con un sombrero, para tomar. José sabía que esa agua no era para beber; que les haría daño, y eso le convenía.
Efectivamente, dos días después ese detective estaba enfermo, con fiebre, tenía agudos dolores, teniendo que dejar la búsqueda. El compañero siguió solo tras sus pistas, sin conocer bien el terreno. José, desde muy lejos siempre observaba cada movimiento de su cazador.
El fugitivo había optado por pasar las noches en las copas de los arboles, para defenderse de las fieras, animales depredadores y víboras venenosas.
No demasiado lejos, el detective también encontró un lugar que le pareció adecuado para dormir.
Al día siguiente, en medio del húmedo calor, él fue mordido en el brazo por una víbora. Tras permanecer horas tirado con el veneno en su cuerpo, el sopor lo venció quedándose dormido bajo árboles altos. Allí él percibió acercarse al hombre que seguía, en medio de su gravedad.
Este le habló, le abrió la camisa y chupó el veneno del brazo, que escupió numerosas veces.
El detective se sintió ayudado y salvado por el supuesto asesino a quien perseguía.
Algunos días después, luego de disminuir los efectos del veneno, se dio cuenta que ese hombre aún estaba allí cuidándolo, en vez de huir. Conversaron y le contó que andaba tras él por un asesinato.
José le aclaró el cuento, mencionando que él fue agredido por los dos guardias cuando iba pasando oscuro y tuvo que defenderse para no morir a palos y patadas.
Ambos fueron a buscar al compañero, también enfermo. Vagaron por la selva hasta que lo encontraron deshidratado, casi moribundo. Entonces buscaron carbón de madera, sacándolo de la corteza de árboles quemados. El moribundo mascó carbón molido que tragó con agua de una vertiente cercana y al día siguiente estuvo más recuperado.
Concluyeron luego que debían regresar a la realidad por el mismo lugar donde habían venido, es decir a través de la misma película de la selva, para ir a limpiar la imagen de José y cumplir con la misión encomendada por sus jefes.
Hicieron varios intentos sin ningún resultado. Entonces uno de ellos dijo que quizás no era la hora en que el cine pasaba esa cinta. Recordaron haber ingresado a las 7 de la tarde y habría que esperar.
Pasados unos minutos de las siete, los tres personajes intentaron nuevamente sin resultado.
Intentaron e intentaron numerosas veces sin éxito. Se sentían muy abandonados y confusos.
Descorazonados por el mismo resultado todos los días, concluyeron que esa película había salido de cartelera y que debían seguir esperando indefinidamente, sin abandonar el intento numerosas veces por día. Ellos hacían una nueva vida que debía procurarles el alimento y mantenerse sanos. Tuvieron contactos con algunos aborígenes que los dejaron vivir en forma independiente.
Luego de pasar muchas penurias y de encontrarse en estados calamitosos, en uno de los intentos que hacían diariamente, pudieron dejar la selva traspasando a la selva de la pantalla, que era distinta.
Con mucho esfuerzo fueron saliendo arrastrándose con los codos, de guata, por un pequeño túnel apareciendo uno por uno, frente a una familia muy atemorizada, porque unos personajes sucios, barbudos, harapientos, caían al piso del salón de esa casa.
Estaban en otra ciudad de otro país, con otro idioma, religión y cultura, pero sólo allí estaban pasando la cinta.
WIRIYO
8.2.2005
jueves, 27 de marzo de 2008
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