jueves, 27 de marzo de 2008

LA CASA DE LOS VIDAL

Celestino Vidal era un huaso viejo de a caballo, con el rostro curtido por el sol y el aire del campo, que vivía junto al río Rauco, cerca de un pueblo del mismo nombre. El paisaje campestre verde dominante, rodeado de pastosos cerros, miles de árboles frutales, numerosos parronales de buena cepa, da paso al medio, a un pequeño valle donde se ubica el poblado.
Su mujer, doña Violeta del Carmen Ulloa, dos años mayor, le dió seis hijos hombres y tres mujeres. Los muchachos mayores, casados también con lugareñas, les dieron nietos en abundancia. Algunos de éstos van al colegio a aprender lo elemental. Uno de sus nietos más aventajados, José Vidal Rosales, ha logrado terminar la educación primaria. Eso hace que su padre, José Vidal Ulloa, se sienta orgulloso, pues lo cuenta a todos sus conocidos. El estudioso José, en vez de ir al campo a trabajar como sus primos y tíos, tiene otras aspiraciones, un hablar mejor pronunciado sin entonación ahuasada, sus manos son también diferentes porque no tienen callos. Así, José completa la enseñanza media en Curicó, sin haber repetido un curso. Aquel día que termina el colegio, sus padres, tíos, primos y abuelos, hacen una fiesta de celebración, porque nunca un descendiente de los Vidal había llegado a ser tan ilustrado.

En el año siguiente, José Vidal Rosales, ingresa a trabajar al molino del pueblo como ayudante de contador.
En su casa paterna es admirado por la hazaña realizada, lo tratan con respeto y en forma diferente. En ocasiones, su opinión es consultada por algunos familiares, porque suponen que puede aportar mejores ideas.
Aunque todos estos elogios lo pueden envanecer, José jamás cambia su sencillez.
Su trabajo en el molino lo combina con fiestas familiares, visitas a sus abuelos, partidos de fútbol con parientes.
José se traslada, con su modestia de siempre, en una bicicleta vieja por pedregosos caminos entre ese polvoriento pueblo, el molino y la parcela donde vive su familia.

Así, conoce a la prima de un compañero de curso, de 20 años de edad, que él encuentra de rostro agradable, físico corpulento, glúteos redondeados, busto prominente, de posición más acomodada, y comienzan sus primeros problemas amorosos.
Ella lo invita a tomar té a su casa unos días después.

El se arregla como para una conquista y parte en su bicicleta, como de costumbre.
Se deslumbra con elegantes muebles y un decorado con estilo desconocido para él.
Marta, la anfitriona, hace y deshace con José, tal vez porque intimidado en ese ambiente no atina con nada. Cuando se está marchando, es ella quien toma la iniciativa acercándose para que él la bese. José, algo nervioso, le da un beso en la mejilla, abre la puerta y le grita que se vean la próxima semana, alejándose con rapidez.
Marta lo llama para cobrar la palabra empeñada y José regresa nuevamente a esa casa.
Ahora Marta, con él allí presente, sabe lo que quiere, lo comienza a arrinconar, lo abraza, lo besa y se entrega a un peligroso juego con José. Este participa del forcejeo con ella y se lanza en una fogosa, ardiente y apasionada lucha cuerpo a cuerpo. De pronto, se da cuenta que ambos se dejan llevar por una locura pasional desbocada y tanto él desabotona su vestido para desnudarla, besándole sus pechos, como ella está desesperada desabrochando su cinturón, bajando sus pantalones, para llegar hasta las últimas consecuencias.

Complacidos sus instintos, cada uno con su ritmo, acalorados, transpirados, comienza el momento de relajo, en que aprovecha José para imaginar situaciones nuevas para él. ¿y si la embarazo? ¡Apenas la conozco para estarme casando obligado!
José se abrocha el cinturón y los pantalones para dar por concluida esa situación. Marta vuelve siempre a echarle leña a la hoguera para mantenerla viva.

--¿Te quieres embarazar, Marta? ¿Eso es lo que deseas?
-- No. No va a ocurrir nada porque no estoy en la fecha.
-- Dime Marta. ¿Con quién hacías ésto antes?
-- Tonto. No he estado antes con nadie. Tú eres el primer hombre que me gusta en este pueblo. ¿No sabes que en un pueblo como éste es imposible sobrevivir con mala fama?
-- ¿De veras te gusto? ¿Qué te gusta como para que tengamos relaciones, Marta?
-- Tienes veinte años. Buena figura. Tu rostro, tu cabello, tus manos. Eres alto y esbelto
-- ¿qué más, Marta? -- Esto me gustó mucho -- A mí también me gustó demasiado.
José menciona que la hora se pasa volando, que lo pasó muy bien, que debe regresar a su casa y que otro día pueden verse nuevamente.
-- ¿De veras nos vemos otro día? -- Sí. Otro día, porque ahora pueden llegar tus padres.

Unos días después, Marta llama insistentemente a José a su trabajo.
Para él es difícil alejarse de esas tentaciones carnales, cuando las cosas se dan así. Él la comienza a visitar en las noches y ella lo hace pasar silenciosamente a su lecho.
Es tanto el placer en una calurosa noche de verano, que se escucha en otros lugares de la casa el jadeo que ambos emitían, cuando tocan insistentemente la puerta de dormitorio preguntando quien estaba dentro.
Marta rápidamente saca desnudo a José de la cama y silenciosamente lo insta a subirse a lo más alto del closet, le pasa su ropa y cierra con llave, mientras con disimulo se viste preguntando:
-- ¿Qué deseas a esta hora, mamá
-- ¡Ábreme hija por favor! ¡No me hagas esperar!
Suena la cerradura, se abre la puerta y entra con mirada inquisitiva una mujer cincuentona, enciende la luz mirando por todos lados, debajo de la cama, detrás de un sillón, luego se dirige al closet, gira la llave y comienza a mirar entre la ropa colgada. Abre la ventana y observa. Luego de comprobar que no hay nadie, con un gesto desdeñoso, sale diciendo:
-- Te he perdido la confianza, igual que a ese lacho de tu padre.
--¡Siempre tienes que ser tan ofensiva! ¿Por qué no té quedas callada alguna vez? Minutos después, enterado del lío familiar, José es rescatado por Marta, quien con un dedo en la boca en señal de silencio, lo hace bajar, vestirse y emprender marcha amparado por la oscuridad de la noche.

Se repiten algunas semanas semejantes. Ella ya no dice que ahora puede y después no.
José de eso no sabe nada.

Un domingo, José asiste con todo su parentela a la misa de doce y divisa en unas bancas del frente sentadas a Marta y toda su familia. Lucen mucho más elegantes y están acompañados por una familia adinerada del pueblo. A la salida observa como Marta lo mira a reojo, pero lo desconoce oficialmente, quizás porque se siente abrumada al ver la sencillez de esa familia, quizás porque su madre o hermanos podrían molestarla.
Para ellos no hay vínculos exteriores ante terceros. Todo es clandestino, en las sombras.

José nunca comenta con su familia este enredo amoroso con ella. Marta, tampoco se atreve a contar a nadie su relación con él.
José es un joven despierto, que distingue claramente las clases sociales y es notoria la diferencia entre ambas familias. El asunto no pasa de cosas de juventud por ambas partes.
Así, pasan los siete primeros meses de esta fogosa e informal relación ardiente en los aspectos físicos y atracciones carnales, especialmente nocturno, donde el amor nunca se plantea entre ambos jóvenes. Es una mutua pasión que los vuelve locos.
Marta acompaña a su madre a una ciudad cercana a hacer unos trámites y mientras ella está ocupada, aprovecha de ingresar a una farmacia cercana y pedir anticonceptivos.
Gasta todo su dinero en ellos, los guarda en su cartera y la cierra.

Vuelve a su casa y los esconde en un lugar seguro.
Marta y José están en la entretención nocturna acostumbrada y un día a ella se le ocurre decir que lo quiere. El la mira asombrado y dice que también la quiere, que no es un sentimiento nuevo, pero que jamás se ha atrevido a mencionarlo por razones de familias.
--¡Hace mucho tiempo que te lo quiero decir! dice Marta. ¡El problema es qué decirle a mi familia! ¡Mi madre se muere si sabe! ¡Mi padre puede comprenderlo porque es tolerante!
--¡Yo tampoco quiero hablar del tema con nadie para no perjudicarte! ¡Ni siquiera con mi familia! ¡Yo no sabía que tú me querías! ¡Pensé que sólo te agradaba lo otro!
--¿Qué haremos ahora?

Pasan unos días, se vuelven a juntar, conversan y notan que ninguno ha comunicado nada a sus casas.
-- ¿ Te cuento algo, José? ¡Parece que ahora te quiero y me siento enamorada de ti como para...!
-- ¿Para qué ..., Marta?
-- ¡No estoy segura, pero quiero quedar embarazada para que nos obliguen a casarnos! ¿Te acuerdas que hace unos meses se embarazó la empleada?
-- Sí. Tu me contaste. ¡Yo le compraba todos los meses sus anticonceptivos!
-- ¡Ahora que acompañé a mi madre a Curicó, compré cajas para todo el año! ¡Pero ahora no deseo seguir tomando!
--¡Sigue tomando Marta! ¡No sabemos que ocurrirá y qué desenlace va a tener este extraño amor!
-- ¡Oye! ¿Porqué extraño?
--¡Porque empezamos una relación por el final y no sabemos como comenzarla!

Pasan largos meses y ninguno se atreve a dar los pasos necesarios.
Se ríen, se angustian y sufren, hasta que una noche José le dice muy seriamente.
-- Marta ¿Dónde y cuándo puedo hablar con tu padre? Y ella responde desilusionada.
--¡El problema no es mi padre, sino mi madre! ¡Ella es quien manda en mi casa! Mi padre es un buen tipo que se aburrió que lo mandaran toda una vida y por eso se puso mujeriego. Porque afuera nadie le ordena, nadie lo reta, nadie lo ofende, ni lo trata mal. Mi padre es el dueño de la casa, del auto, de la camioneta, del campo, del negocio, pero mi madre es la que manda a mi padre, a mis hermanos, a mí y por eso nos llevamos mal. A ella le gusta mandar a todo ser humano que le pongan al frente.
-- ¿Cuándo y dónde puedo hablar con tu madre, entonces?
-- Tú no conoces a mi madre. Si te acercas a mencionar el tema, te retaría, insultaría, ofendería, te agrediría y finalmente pondría una denuncia en carabineros.
-- ¡Yo creo que tú exageras sobre tu madre! ¡es demasiado!
-- Una nana vieja ya fallecida que cuidó a mi padre desde niño, un día me contó que co- rrían rumores acerca de mi madre. Que parece habría sido una bella joven muy mundana en otro pueblo, de la cual se enamoró perdidamente mi padre, como para sacarla de ese lugar y casarse con ella.
Es por eso que ella se siente desde entonces la señora Gómez, una señora muy importante y refinada, con un origen oscuro y no muy santo, que la hace aparentar.
Quizás también yo he heredado parte de lo que me hace ser como soy. Quizás por eso ella se preocupa si tengo a un hombre en mi dormitorio y me estoy comportando bien.
-- No tienes que decir eso. No te atormentes con herencias, ni comportamientos. Yo creo que tú siempre te portas bien. Lo que hacemos es por amor. No es por dinero, o interés.
-- ¡Voy a enviarle flores a tu madre! ¡A las suegras jodidas hay que comprarlas! ¡Si eso no resulta, existirá otro sistema para caerle bien!

Pasan unos días en que José compra un gran ramo de gladiolos, lo envuelve y adjunta
una carta escrita a la madre, que se la dejó en la entrada, muy a la vista. Marta llama al molino a José, comentando que su madre ha recibido todo.
Al preguntarle información sobre José Vidal, ella le dice que era compañero de curso de su primo Ramón, que lo conoce poco, pero que es muy caballero e inteligente.
También agrega que ella ya tiene 21 años y debe pensar en su futuro.
Su madre se encarga de confirmar antecedentes del interesado.

Unos días después, Marta llama nuevamente a José para decirle que su madre lo espera a
tomar té el Sábado en su casa, para conocerlo.
Allí llega José en bicicleta, bien arreglado, nervioso, con unos chocolates de regalo para Marta y flores para doña Ester.
Lo espera la familia para formarse una opinión de José Vidal.
La entrada es muy formal. Abre una nana, quien anuncia que Marta tiene una visita esperando en el salón. Aparece Marta seguido de un hermano, quienes se saludan con todo el protocolo que la ocasión requiere. Conversan cuando aparecen los padres.
José salta para saludarlos muy respetuosamente.
-- Siéntese José, dice la madre con tono solemne.
-- Señora Ester, le traigo estas flores que espero le gusten.
-- Gracias José. Parece que Ud. es muy galante con las damas.

Comienza el té en la que José se siente observado. A pesar de los nervios, trata de ser gentil, elocuente, alegre y a medida que ésta avanza, se siente más seguro que lo hace bien. Don Gaspar, conociendo a su señora, intenta facilitar las cosas hablando de temas muy generales, la cosecha, el Molino El Grano, y asuntos del pueblo.

Se paran de la mesa una hora más tarde, momento en el cual don Gaspar se retira expresando que lo encuentra muy agradable, que regrese cuando quiera volver a visitar a Marta. Marta a su vez se ve relajada a medida que concluye la despedida y su rostro demuestra alegría. Su hermano se despide con mucha simpatía, anunciando que va a acompañar al padre para que ellos puedan conversar solos.
Doña Ester se para al final, le estira su mano y con una leve sonrisa agrega:
-- Esperamos nos visite en otra oportunidad. Ha sido muy agradable conocerlo, José.
-- También ha sido igual para mí, señora Ester. ¿No le importa si nos quedamos conversando un rato? -- Siéntase como en su casa, joven.
En el momento que la madre da vueltas la espalda y caminaba sus primeros pasos, agrega
-- Marta, ven un momento, que necesito hablarte.
Marta está unos minutos ausente del salón y regresa a sentarse junto a José.

Pasa una semana y estos jóvenes enamorados se juntan como siempre en las noches.
También lo hacen formalmente los fines de semanas. José cae del cielo en esa casa, que lo acoge con una familiaridad antes impensada.
Pueden salir solos a la plaza, salir tomados de la mano al único cine de Rauco, encontrarse a la salida de misa sin hacer presentaciones familiares.
La familia de José arma un lío tremendo cuando sabe que su predilecto es interesado por la gente adinerada. Corre la voz que el nieto de don Celestino Vidal esta enamorado de una mujer ricachona del pueblo, hasta que el viejito Vidal llama a su nieto para conversarle.
-- Tú sabís que yo siempre te he admirado José.
-- Si abuelo. Ud. siempre ha estado orgulloso por mis estudios, por mi lectura, por mi trabajo.
-- Tu soi un Vidal. Los Vidal somos huasos, trabajadores, honrados y serios. ¿Es que te pensai casar con esa niña rica? Una cosa es salir de remolienda y otra es engancharse
-- No lo sé abuelo. No puedo saber lo que pasará más adelante. Pero me gusta harto.
-- Yo no sé leer José, pero los años dan experiencia. Tú andai caliente con ella. Mientras
andís caliente, no hay problema, siempre que no se embarace. ¿Se cuida esa señorita?
-- Supongo que toma anticonceptivos, abuelo.
-- Cuídate de las familias adineradas, porque son las peores, son como perros hambrientos
pa’ exigirte dinero y lo que no tienes. El día que te falta, te dejan botado.
-- ¿Qué dicen tus padres?
-- No demasiado, no les ha gustado la novedad. No lo esperaban.
-- Dime José: ¿si te casai con esa niña rica? ¿Crees que nos invitarán a tu matrimonio?
-- No me estoy casando, abuelo. Pero, si así fuera, estarían todos Uds. invitados.

José sale algo confundido de la casa de su abuelo. Todo es negativo. Nada rescatable. Su vida no cambiaría aunque ellos le insistan en que se case con una huasa con primaria, tal como sus tíos, hermanos y primos.

Sigue José frecuentando con mayor vigor a Marta, va a pasar el día a su casa en fines de semana. Un día le ofrecen una camioneta para que ambos vayan al cine.
La familia Gómez Márquez completa lo tiene cautivado. José y Marta están cada día más
unidos, más dispuestos a dar el paso crucial. Llevan un año de noviazgo oficial y otros
diez meses clandestinos. El padre de Marta, amigo del dueño del molino, le solicita un cargo y sueldo para José, más acorde con la realidad de ellos. Luego de dos años trabajando
para esa empresa, comienza a reemplazar al contador general, se le entregan mayores atri- buciones. En el molino ya se comenta que está aserruchando el piso al contador, cuando a los pocos meses, éste es despedido. Es José, que ahora en propiedad, ocupa el cargo. Nuevamente le aumentaron el sueldo.
Su familia está cada día más desilusionada de él. La familia de Marta ahora ya hace planes para un pronto enlace. José no dice nada, pero sabe que es el costo de sus metas.

Llega el ansiado día que sale humo blanco, porque doña Ester se pone en campaña para
cautivar un yerno trabajador, educado, atento, a la mayor brevedad.
Dan una fiesta donde asisten los comensales más importantes del pueblo. Todos llegan en autos y camionetas casi nuevos. Representantes de la familia Vidal no son invitados.
Allí en presencia del párroco, son bendecidas las argollas de compromiso de un futuro matrimonio que será en seis meses.

José anda en el auto del suegro por todo el pueblo. Su bicicleta abandonada, es su pasado.
Sus suegros insisten que la casa es muy grande para ellos y que después de casados pueden ocupar un enorme dormitorio que comienzan a refaccionar y pintar.
Pasan los seis meses volando y comienzan a llegar algunos regalos de matrimonio.
Eso produce gran felicidad en Marta y José, que celebran cada obsequio.

José aloja en su casa, pero siente las tensas relaciones Su madre es la única persona que lo comprende. Sus abuelos y parientes se aburren de invitarlo para que les presente a esa novia tan vilipendiada y desconocida a la vez.
Un día aparecen José y Marta, en auto nuevo recién lavado, de visita en su casa paterna.
Ella llega con un regalo para la madre, que en un gesto de agradecimiento la abraza con ternura, dándole la bienvenida a su hogar. Asoman gradualmente unas hermanas, el padre, hermanos, primos, tíos que vienen con los abuelos Celestino y Violeta. Conversan, se observan, se incomodan, ríen, tocan guitarra, vuelven a reir y comen en esa modesta casa que deja de abrumar a José.
Antes de despedirse, Marta y José comienzan a entregar los partes de matrimonio para todos, sin que falte ninguno.

El día de la boda, llegan a la iglesia todos los adinerados a ocupar los bancos de la izquierda y los setenta invitados Vidal, ocupan los de la derecha.
En la fiesta en la casa de los Gómez Márquez van pasando al salón principal los platudos; los Vidal al comedor y sala contigua.
La fiesta es apoteósica. Los huasos Vidal comen, toman, y ríen a carcajadas. Tanto es el bullicio que llama la atención del otro grupo, que lentamente se van trasladando de ambiente, porque está mucho más entretenido que el de ellos. A las 12 de la noche casi es un sólo ambiente de jolgorio, risas, payas, adivinanzas picarescas y dichos graciosos.

A la salida, cada grupo sale comentando que los otros no son tan diferentes: unos tienen dinero, los otros una chispa graciosa y son muy auténticos.
El matrimonio es muy comentado en todo el pueblo, pues es la primera vez que en una ceremonia religiosa se juntan grupos sociales diferentes.
Al regreso de la luna de miel, los novios se instalan a vivir en la casa de la familia Gómez
Al enterarse ambas familias meses después, que la novia esta embarazada, produce gran alegría y comienzan los típicos pronósticos. Los novios sienten la dicha de futuros padres. Doña Ester y don Gaspar, viajan a Santiago y regresan con abundantes regalos para ese bebe. Marta y José están fascinados contemplando cada obsequio con bulliciosas alabanzas. El día del nacimiento es celebrado en el hospital de Rauco con un vino en honor a los nuevos padres, a los abuelos, con parientes y amigos que llegan a tiempo. Los padres y parientes de José se enteran después y nuevamente brindan por el sano José Luis Vidal Gómez recién nacido, por ambos padres, por el cuñado y padrino presente, Luis Gómez.
El revoloteo nuevamente no se hace esperar en el pueblo, que ahora habla del hijo de José
y Marta. El periódico de Curicó publica su nacimiento.

José sigue trabajando en el molino, ahora muy felicitado. Su cargo muy cercano al dueño, hace que éste comience a apreciarlo por sus aciertos, su empuje por trabajar eficientemen- te, por ser honorable, veraz, demostrando que es pleno merecedor del cargo.

En cuatro años, su hijo crece muy cercano a sus padres y en especial a sus abuelos mater- nos, por compartir una misma casa. Ellos se preocupan mucho de comprarle todo, de enseñarle todo, de llevar y traerlo del jardín infantil que ellos han escogido en Curicó. José conversa a Marta que esos abuelos son muy buenos y generosos, pero le están criando a su hijo a su manera y es muy difícil para él influir en el niño.
-- No te preocupes, José. Ellos están felices de hacerlo. Además, es su primer nieto.
-- Marta, yo sé eso, pero el niño no visita a mis padres si yo no lo llevo. Ellos lo extrañan.
-- José, no te he contado que voy a tener otro bebe, porque tú llegas tarde del molino.
-- Martita, que noticia tan agradable de escuchar. ¿Porqué no me habías contado?
Desde que falleció mi abuelo Celestino, es la primera buena noticia que me hace feliz.

Gaspar fue bautizado el segundo hijo varón, en honor a su suegro. Nuevamente, a la ceremonia fueron sólo los parientes y amistades de Marta.
José Vidal reemplaza al dueño del molino por una enfermedad que lo deja postrado casi un semestre. José se esfuerza mas allá de su capacidad y cumple con su trabajo, impresionan- do al dueño a su regreso. Este lo compensa con un ascenso a sub gerente, aumento de sueldo y también de trabajo. Ahora José tiene la admiración del pueblo, de Marta y su familia, que sienten orgullo por él. Trabajaba 16 horas al día, situación que lo deja más cansado, pero le permite adquirir su primer auto nuevo.
Cuando el hijo mayor tiene ocho años de edad, José llega a casa con regalos para Marta.
Ella está muy contenta de ese amable gesto de su marido, toman un aperitivo con sus suegros y luego que ellos se van a acostar, se quedan conversando en el salón.
-- Tengo vista una casa, Marta.
-- ¿Por qué has visto una casa? ¿No te agrada vivir en ésta?
--No es eso. Es que los matrimonios necesitan tener independencia para vivir su propia vida
-- ¿Te volviste millonario José? ¡Aquí hemos tenido todo gratis durante más de ocho años!
-- No es un problema de gratuidad. Tampoco soy desagradecido. No me gusta vivir a costa
de tus padres. ¡Yo quiero que tú y yo eduquemos a nuestros hijos!
-- Si les digo ésto a mis padres se morirán de pena por quitarle a los niños.
-- No se morirán de pena. Sólo los extrañarán al comienzo. Además, ellos pueden ir a verlos cuando deseen y tú puedes venir a verlos también. Nada importante va a cambiar para ellos
No sabes lo que anhelo vivir en una casa aparte arrendada. Ahora me encuentro económicamente en condiciones de separar casas y debo contar contigo.
-- ¿Qué ocurriría el día de mañana, si en tu trabajo las cosas no fueran bien?
-- ¿Quién dijo que no iban a andar bien? He estado siempre subiendo, nunca bajando.
-- Es terrible para mi dejar esta casa. Mis padres ¿cómo crees que lo van a tomar?
¿Qué pretexto creíble les digo para no herirlos? Ya están acostumbrados con nosotros.
¡También soy su hija y los voy a extrañar!
-- ¿Te da miedo la aventura, Marta? ¿Crees que soy un aventurero que lleva a su familia a ninguna parte?
-- Me da temor irme de esta casa. ¡Pero, si ya estás decidido...!

En la casa de los Gómez es como una agonía enterarse de la terrible noticia, las lágrimas brotan en abundancia, las caras se muestran amargas, pero se resignan a dejar que la pareja haga su vida aparte. A ellos los incomoda quedar solos el resto de sus días, porque uno de los hijos también casado, tiene una señora con la que no se avienen. El otro ha ido a estudiar a la universidad en Santiago y se radicó definitivamente allá.

Cuando José heredó una parcela a la muerte de su abuela Violeta, jamás lo mencionó a Marta. Como él tiene hermosos recuerdos de sus abuelos, de sus tierras, contrata un arquitecto de Curicó para que construya una casa moderna, a su entero gusto, pensando en su señora. Es la sorpresa que mantiene en secreto, hasta que puede convencerla por completo. Entonces la lleva allí, como si fuera una casa arrendada.
Marta es fascinada por la parcela, los bosques cercanos, la casa, sus comodidades, su distribucion interior, y su belleza externa.
--¿Quién te la arrienda, José? ¿cuánto te cobran por mes? No la encuentro cara para tener una casa tan confortable. Creo que por eso quisiste que nos cambiáramos. A lo mejor supiste hace tiempo que estaría en arriendo.
-- Ese hombre vive en Santiago y lo conozco del molino. Nunca llegó a usarla. Está nueva.

Pasan tres semanas y comienza la mudanza en un camión del molino. Días después ya están instaladas las cortinas, han contratado una nana conocida y todos duermen fascinados allí. Grandes ventanales de muro a muro permitían una vista maravillosa.
Dos días después invitan a sus suegros, la encuentran preciosa y felicitan mucho a José. Ellos pueden ir y volver en auto cuando quieren estar con los nietos y su hija.
Comienzan a pasar los días y aparecen unos hermanos de José, que casi no recuerdan el rostro de Marta y sus hijos. Luego, otro día llegan sus padres a saludar a los recién cambiados, a acercarse más a esos nietos desconocidos. Siguen los días con visitas de otros hermanos con sus hijos, para que se conozcan los primos.

Estas constantes visitas comienzan a incomodar a Marta, ya que en los años casados han tenido escaso contacto, no se conocen y se tratan como extraños.
-- ¿Qué ocurre con tu familia? Ahora les ha bajado la curiosidad por venir a todos juntos.
-- En la casa de tus padres no podían ir a vernos porque se sentían incómodos.
-- ¿Vienen caminando desde lejos?
-- No. Viven cerca. Compréndelos Marta. Son mis parientes más cercanos
-- ¿Qué tan cerca, José? ¿No son vecinos de nosotros, supongo?
-- ¡Marta, son vecinos colindantes por todas partes!. Son las tierras de mis ancestros, que las heredó mi abuelo Celestino, mi padre, y yo heredé esta parcela que tanto te gustó de mi abuela Violeta, donde hice construir esta casa. ¡Es nuestra casa, Marta! Es la casa en que todo lo encontraste lindo hasta que aparecen mis parientes. -- ¡Mentiroso! ¡Me sacas engañada de la casa de mis padres!. Diles que no los quiero todos los días aquí en mi casa, porque tengo que atenderlos, dejan todo el piso con barro, pasan entrando a la cocina, la mudanza me ha dejado agotada, nunca antes había trabajado tanto y deseo descansar. ¡Maldita la hora en que...!
-- Marta, no le agarres bronca a mi familia. Dales a todos una oportunidad para conocerte, que te demuestren su cariño... Son rústicos, pero buenas personas.
-- No me interesa tener mi casa sucia. No estoy interesa en tener contacto con gente que no tiene modales. No me interesa pasar todo el día cansada. Es gente ordinaria, con costumbres diferentes, hablan como huasos...
-- ¡Marta, basta de decir estupideces!. ¡Cállete, ya! ¡Cállate!
-- ¡Sé que te duele lo que estoy diciendo, pero es así! ¡Ellos son diferentes a tí! ¡Me casé contigo, no con tu parentela!
-- ¡Te casaste conmigo y mi familia! ¡Marta, tú nunca me apartarás de mi familia, así como yo jamás lo haré con la tuya! ¡Tengo un origen humilde y lo supiste de un comienzo!
¡Me ha ido bién en la vida hasta hoy, en que me has desilusionado más de lo esperado!
¡Tenía muchos proyectos por hacer! ¡Los tiraste por la borda, Marta! ¡No sigas ofendien-
do y despreciando a mi familia, porque me insultas a mí!
-- ¡Cállate hombre! ¡Hasta cuándo vas a seguir con lo mismo! ¡Me tienes harta de tus parientes ordinarios, con dientes menos, vistiendo ojotas y viviendo en sus casas con baño fuera! ¡Esas amistades no las quiero para mis hijos! ¡Vámonos de aquí por favor, José!
Marta irrumpe en llantos y se sienta encorvada en una silla gimiendo como una niña, mientras José apretaba los puños y dientes de rabia.
Nunca en los años de casados habían tenido una discusión tan violenta y ofensiva.

José quería a su mujer, pero no estaba dispuesto a tolerar tanto desprecio y bajeza.
Los días siguientes él comenzó a llegar comido muy tarde, cuando ya estaban dormidos, se metía silenciosamente en su cama, sin tocar a Marta. El primer sábado, cuando regresó del molino, encontró la casa vacía. Partió a visitar a sus padres y compartió sus penas con ellos.
Cuando regresó tarde en la noche, Marta y sus hijos no estaban. José durmió solo.
El domingo visitó a su hermano mayor y conversaron todo el día, entre comidas, vinos y licores, que él le llevó de regalo.
Lo acompañaron hasta su casa porque andaba entonado. Cuando abrió la puerta se encontró con Marta, quien ahora le reprocha su embriaguez frente a sus hijos.
-- ¿Qué te ha ocurrido Marta, que has cambiado tanto? dijo entre aromas etílicos.
-- ¡Ahora tengo que soportar a un borracho! ¡Claro, júntate con ellos...!
-- ¿Quién dijo que estoy borracho? ¿Tú? ¿Dónde pasaste el fin de semana?
-- En mi casa. Mi casa. Esta nunca será mi casa. Mis padres me ofrecieron irme con los niños por un tiempo a mi casa, mientras tú piensas que harás...
-- Si ya está todo arreglado con tus padres, no es mucho lo que yo puedo hacer.
-- ¿Quieres abandonarme, nos es cierto? ... porque mis parientes son pobres. Tú me utilizaste, Marta. Sólo querías casarte para tener hijos. Te sentías orgullosa de mí sólo de los dientes pa’fuera. Todos me utilizaron y nunca me di cuenta hasta que llegamos aquí.
Mi abuelo Celestino me lo advirtió... “son como los perros hambrientos”

WIRIYO
18.10.2003

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