Don Miguel sintió tocar el timbre de su casa. Dejó cansinamente el vaso de vino que tenía en sus manos y se dirigió a abrir la puerta.
_ ¡Hola tío! ¿Cómo ha estado?
_ ¡Ah…! eres tú.
_ Si tío. Con mi amigo lo pasamos a visitar, si no está ocupado.
_ No te esperaba tan pronto. ¿Qué se te acabó el dinero? Si no queda otra opción, pasen. Ya viejo, viudo algunos años, era tío político de aquel desgreñado veinteañero que con un amigo, ambos de aspecto sucio, pelos largos, barbas largas, le habían tocado su puerta.
Una vez sentados en la mesa de la cocina, se produjo un cortante silencio, pues ninguno estaba dispuesto a intentar el diálogo.
_¿Que me venías a contar? ¿Qué novedad voy a escuchar ahora?
_ No se como comenzar tío, pero Ud. sabe que desde que falleció mi madre, no me he llevado bien con mi padre.
_¿Y…?
Bueno, con él nos disgustamos hace un tiempo y me fui de la casa.
_¿Dónde vives ahora? Tú estabas estudiando. ¿ …y quien paga tus gastos ahora?
Luego de unos tosidos nerviosos, el muchacho agregó que estaba alojando por un tiempo en la casa del amigo.
_¿Y qué hace tu amigo? ¿Es él, no es cierto?
_ Yo estoy buscando trabajo, pero no he podido encontrar. Yo también estudiaba, pero no pude continuar por falta de dinero. Éramos compañeros de curso.
_ Tío, puedo pasar al baño.
_Si, anda, tú ya conoces la casa.
_¡Así es que se juntó el parcito y ninguno hace nada! dijo el viejo, mientras sorbía su copa de vino. Salud por Uds. porque ambos están cagados. No tienen ningún título, no tienen trabajo, deben alimentarse como corresponde, deben encontrar cualquier trabajo.
_¡Tanto que demora este niño en el baño! Voy a ver en que está.
Cuando el viejo entró en su dormitorio encontró al sobrino trajinando sus cajones.
_Oye mocoso. Viniste al baño o buscar algo para llevarte.
_No tío, sólo estaba buscado si tenía una aspirina porque me duele la cabeza.
_ Lárgate de mi casa, sinverguenza, ladrón. Recuerda que tienes mala fama.
_ A quien viene a tratar así, viejo amargado. Ya no soy un niño y no le voy a aceptar que me trate como lo hacía mi padre.
_ ¿Ah… si? ¿Y que van a hacer? Ambos fuera de aquí, par de buenos para nada.
_Compadre… compadre… venga a ayudarme porque mi tío nos está echando a la calle.
_ Como te atreves… ahora comprendo que tu padre no te haya soportado.
El compadre llegó corriendo a darle un puñetazo en pleno rostro al viejo, que luego de unos instantes se levantó sacando fuerzas para descargar a ambos unas patadas y combos.
En medio del forcejeo para reducir al viejo, éste se resbaló dándose un golpe que lo dejó
sin sentido en el suelo. Desde su nariz, boca y cráneo, comenzó a salir un hilo de sangre que desconcertó mucho a los jóvenes.
_Lo matamos… Está muerto… ¿Qué haremos ahora? No hay que dejar evidencias.
El viejo yacía de espaldas, cada vez más pálido.
_¿ No tiene parientes que puedan llegar?
_ No va a llegar nadie, menos a las ocho de la noche. Necesito bolsas, bolsas.
_¿que pretendes hacer ahora? ¡No estarás pensando …!
_ ¡Si, nos llevaremos todo su dinero y joyas en las bolsas!
_ Tú estás loco… vamos mejor… larguémonos de aquí.
_Venga a ayudarme compadre porque hay trabajo que hacer.
_ Eso no. Yo jamás… Mira, quédate tú con todo. No estoy dispuesto a volver a la cárcel.
_Esperemos a calmarnos y luego comenzamos.
_No, yo me largo de aquí y jamás nos vimos hoy día. Vamos Enrique. ¿Quien sabrá que viniste a verlo si nos vamos pronto?
_¡Maricón… ayúdame! El viejo tiene plata. Nos repartiremos las cosas de valor.
_Enrique, yo me voy. Nunca digas que estuve aquí.
Luego que el amigo salió cerrando la puerta suavemente, el sobrino comenzó a sentir pánico. Entre sollozos, comenzó a observar al viejo que seguía tendido en el suelo. Recorrió el segundo piso de aquella vieja casona, abriendo cajones en busca de dinero, objetos de plata y joyas. Allí encontró una chaqueta y sacó el talonario del banco, la cédula de identidad y algún dinero en los bolsillos. Continuó su frenética búsqueda en roperos, cajas de cartón una tras otra, hasta que tuvo a la vista las joyas de su tía, que rápidamente echó a su morral. Algo fascinado por el hallazgo, bajó a hurgar los bolsillos del pantalón del tío que yacía en el piso. Cuando comenzó a sacar gran cantidad de dinero de sus bolsillo, casi llegó al delirio.
En su ensimismamiento por llenar su mochila con el botín, no se percató que don Miguel era llamado por un matrimonio vecino amigo que lo esperaba para comer y jugar póker con otros del grupo, que pronto llegarían. Al enterarse Enrique del timbre, los golpes en puertas y ventanas, los llamados, quedó estupefacto, atinando sólo a apagar las luces.
Cuando sus vecinos vieron que se apagaron todas las luces, se extrañaron tanto, que se acercaron todos juntos a gritar ¿ Miguel, te encuentras bien? No nos vamos a ir hasta que nos des una explicación. _ Miguel, tenemos las copias de las llaves que nos confiaste hace dos años. Por tu bien, Miguel, no tienes preocupados y estamos ingresando a verte.
Con todas las luces encendidas este grupo de amigos, vio pasar una sombra que salió rauda
al jardín y de allí a la calle, donde se perdió en la oscuridad de la noche.
Don Miguel fue subido a una ambulancia que lo llevó al hospital. El informe posterior fue reservado para los primeros tres días. Después, se normalizó y comenzó a hablar. Pero sus labios quedaron sellados respecto a su sobrino, debido al cariño y recuerdo que él sentía por su hermana.
WIRIYO
4-6-2007
domingo, 30 de marzo de 2008
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