Quizás para él, las bajas de tamaño, se dejaban seducir con mayor facilidad. Su pequeñez de estatura era suplida por altos tacones que resaltaban más su escaso metro y medio, excesos de pinturas y una “base” que la hacía lucir un pelo ensortijado. Unas pecas le daban a su rostro un aire simpático e ingenuo, distando de ser atractiva.
Si, aproximadamente 24 años tenía Sonia y mantenía por más de dos años grandes sentimientos por Enrique, su novio, en quien cifraba expectativas de concretar un hogar definitivo en el futuro.
Para ella, él era su príncipe, aunque no confiaba mucho en su estricta fidelidad. A ella los hombres altos la fascinaban y con tal de no perderlo, dejaba pasar muchas cosas.
Tenía un trabajo de secretaria en una oficina con tres abogados, donde se desempeñaba discretamente. Allí su trabajo era muy variado; horas de oficina, salidas a juzgados, notarías, bancos, etc.
Pero un día, esta joven se entera que su novio está saliendo con su íntima amiga y que entre ambos la han traicionado. Se le vino el mundo abajo, comenzando un período de penas y sufrimientos que intentó echar al hombro. Su vida se derrumbó, pero por dignidad siguió haciendo sus tareas cotidianas, como si nada hubiera pasado, intentando pasar desapercibida ante el resto.
Cierto día se encontró con otra joven desconocida en la cola del banco que la invitó a tomar una bebida a la salida del trabajo, en la tarde. Allí se juntaron, conversaron sanamente, se contaron acerca de sus labores, algunas intimidades y una hora después, luego de simpatizar, se dejaron los teléfonos para volver a compartir en otra oportunidad.
Al martes siguiente, para levantarse el ánimo, pasó a comprar ropa y así quedó más tranquila, pero se sentía sola y recordaba mejores tiempos, cuando ella estaba convencida que su novio la quería de verdad. Ella aún lo adoraba.
Otro día recibió la llamada de Luisa, con quien se había reunido hacía una semana; era para juntarse nuevamente a conversar un café, compartir la vida, el trabajo y sus esperanzas.
Al llegar Sonia, Luisa estaba acompañada de Marta, y conversando el trío, salió sin darse cuenta el tema de la fe.
_ ¿ A qué parroquia vas los domingos, Sonia?
_ A ninguna, porque en mi casa nunca vamos a misa.
_ ¿Y por qué no te acercas a tu iglesia? Siempre es bueno estar cerca de Dios.
_ Nosotras vamos a una nueva congregación cristiana los domingos
_ ¿Nos acompañarías un día? Hay que tener gran fe en Cristo y vivir en su enseñanza.
_ Quizás algún día que nos conozcamos mejor, puedo acompañarlas. ¿Dónde van Uds.?
_ Nosotras vamos a nuestra congregación, que queda en Macul, cerca de avenida Grecia.
_ Tenemos hartas amigas en nuestro grupo.
Sentada en un bus rumbo a su casa, Sonia pensaba lo bien que le haría hacer un cambio de amigas. Ahora que se aproximaba la navidad y el año nuevo, sería el momento adecuado para cambios.
Sabiendo que nuevamente estaba disponible para salir, sus amigas le tenían pareja para ir en grupo a bailar.
Se juntaron los jóvenes, se presentaron caras nuevas y ella aceptó a un muchacho alto como acompañante de esa noche. Unas copas de champaña de más, otras de pisco sours, otras de vodka naranja, y otras y otras, hicieron que Sonia perdiera toda noción de compostura. Entre un cigarrillo y otro sorbía del vaso que estuviera a su paso. Ella aceptaba besos, encendidas caricias, hasta que su brassier aterrizó en la cintura. Lo que no aceptaba era que le sacaran su pequeño calzón; allí nadie iba a penetrar ni siquiera con la mano. Era un lugar sagrado hasta para estar semi-borracha que no compartiría con desconocidos.
A raiz de esta inflexibilidad, tuvo conflictos con su acompañante, que había estado ardiente toda la noche a la espera de mejores recompensas. Luego llegó otro con quien bailó, que con suaves modales, la llevó a sentar en un rincón y comenzó nuevamente el manoseo, los besos apasionados, las insinuaciones de ir a otro lugar más privado. Pero a pesar de todo, Sonia tenía conciencia entre su borrachera, del límite hasta el cual podría llegar. Para ella era una especie de “oculta venganza” hacia el género masculino, que la habían dejado tan a mal traer, luego de enterarse de la traición.
Llegó el momento cerca de las 6 de la madrugada en que el juego de ella era tan evidente, que el nuevo galán se molestó tanto con Sonia, la trató mal, la insultó, hasta propinarle un par de cachetadas en el rostro, lo que produjo consternación.
Luego de ir al baño a arreglase, acompañada por unas amigas, Sonia les dijo que ellas eran idiotas al invitarle de acompañantes a dos hombres, que lo único que hicieron toda la noche fue intentar llevarla a un motel. Dicho esto, Sonia se retiró indignada del local, donde aún seguía la fiesta.
Al salir a la calle, se dio cuenta en un minuto, que fuera de estar comenzando a clarear, ella se encontraba mareada. Instalada sola en un paradero de la avenida a la espera que pasara un taxi, pronto paró el conductor de un auto particular.
Subió y se acurrucó en el asiento para pasar el frío, porque su vestido de fiesta, era corto, escotado, con la espalda y brazos al aire, que estaban entumecidos.
El hombre, al verla tan atractiva, tan desinhibida para mostrar sus encantos, tan llena de fríos, la invitó a tomar un café caliente, que ella aceptó gustosa, porque la alejaba de esa desagradable esquina.
Algunos instantes después, el hombre detuvo el auto frente a su casa y le dijo: _¡Llegamos, aquí es!
Sonia, profundamente mareada despertó ante el anuncio y cuando le abrieron su puerta se bajó adormilada, y aunque la claridad era total, ambos ingresaron a la casa del desconocido.
_ ¡ Mientras te voy a preparar el café, te sientas en el sofá! ¡ Vuelvo en un instante! El hombre era atento y no demostraba malas intenciones. Ella recorrió con su mirada adormecida el salón, los muebles, banderines, lámparas, cuando apareció de pronto el dueño de casa con una bandeja y dos vasos llenos de licor. _ ¡Por el gusto de conocernos! ¡Salud! ... ¡Feliz año nuevo!... ¡Salud! ... vamos.., vamos... al seco.
Luego se sentaron en el sofá con el propósito de iniciar algo y cuando él fue a la cocina a dejar la bandeja con los vasos, Sonia se quedó profundamente dormida, no sabiendo más de este mundo. Roncaba después de una descontrolada y bebida noche. Ella no supo que el dueño de casa se sintió incompetente para besarla, manosearla e
incluso violarla mientras dormía su borrachera, pero la cargó igual y la llevó a su dormitorio.
Varias horas después, cuando despertó, se encontró desnuda en la cama con ese hombre desconocido. Su ropa estaba tirada sobre una silla, junto a su cartera.
_¡Qué hago en tu cama desnuda!
_ ¡Haces maravillas! respondió el extraño.
_¿No tienes algo para el dolor de cabeza?
_ ¡Te traeré una aspirina y harta agua helada!
_ ¿En qué momento me metí en tu cama?
_ ¡Cuando nos entusiasmamos porque te pareció adecuado!
_ Dime... ¿cómo es tu nombre? ¿hicimos algo juntos? ¿pasó algo entre nosotros?
_ Me llamo Carlos y sí ocurrió, lo que ambos queríamos. Pero fue fantástico porque te luciste.
_ Yo recuerdo que me llevaste en auto.... después parece que me quedé dormida, porque no recuerdo nada _ ¿y como vine a dar a tu cama? Te ruego que no me mientas. Dime la verdad.
_ Viniste porque tu quisiste. En forma voluntaria. Hicimos lo más importante y eres espectacular. _ _ ¡No te creo! ¿Qué pensarás de mí si hice el amor con un desconocido? ¡No puede ser...!
Sonia en ese instante no sabía que pensar... no recordaba nada. Estaba desconcertada, pero tampoco la inquietaba demasiado si hubiese ocurrido algo. Era la borrachera. ¡Que manera de arruinar la noche... y que no me acuerde!
Luego de tomar un buen desayuno en cama con Carlos, comenzaron a conversar de otras cosas, comenzaron las caricias, avivaron la fogata y culminaron haciendo aquello hasta que la saciedad los adormeció.
Horas después, Sonia despertó, se levantó y vistió. Como observó que el desconocido aún dormía, pero después de todo se había portado bien, escribió su nombre y teléfono en un papel, tomó sus cosas y salió silenciosamente.
En su trabajo, como de costumbre, recibió la llamada de Luisa para juntarse esa tarde. Asistía también Marta a este encuentro, cuando ella aceptó gustosa ir a la congregación el domingo próximo.
Allí se reunieron, fue presentada a otros miembros todos jóvenes de ambos sexos, amables, sonrientes, con rostros de paz, que la supieron acoger. Sonia sentía nuevamente el llamado de esa fe cristiana, donde todos eran hermanos, todos de respetable comportamiento y actitudes bondadosas.
Así ocurrió como ella se fue comprometiendo cada vez más y estaba visiblemente contenta de asistir tres veces por semana. Allí fue conociendo al resto de los fieles, mencionándosele que una de las normas del grupo era educar a los hijos en esa fe, motivo por el cual sólo era permitido comprometerse sentimentalmente con gente del grupo. Ningún afuerino, para evitar parejas con un pensamiento religioso diferente. Ella comprendió y aceptó complacida esta norma de vida superior, aunque no hubiese hombres del estilo como los que le gustaban.
Su vida estaba absolutamente cambiada porque vivía en la dicha perpetua. Ahora ella rezaba en horas de trabajo, pidiendo por la congregación, por sus miembros, por su familia, por sus jefes y porque ella fuese cada día mejor como persona, como trabajadora, como hija, como amiga y quizás algún día como monitora de nuevas congregantes que irían ingresando. Su vida pasada había quedado en el olvido, junto con sus amistades
Casi un año después, estando en su trabajo, al teléfono reconoció la voz de Carlos, el del auto, que insistía en verla porque estaba muy arrepentido de no haberse alcanzado a despedir entonces.
_ Ahora soy otra persona diferente a la que conociste.
_ No te he podido olvidar desde ese día.
_ Para mí fue una confusión terrible y también te he recordado mucho. Me interesa saber algunas cosas de mi.
_ Sonia. No te he podido sacar de mi mente desde entonces y me alegra que me recuerdes. _ Por favor, juntémonos a la salida de tu trabajo y vamos a comer algo. Déjame tu dirección.
_ No. Hoy día debo ir a reunión con mi grupo, que es muy importante para mí.
_ Entonces, veámonos mañana.
_ Bueno, llámame mañana a las seis. Pero, no te ilusiones que siempre soy tan fácil.
Cuando colgó Sonia estaba impactada, pero contenta. Estando en su reunión se distraía pensando en Carlos.
Llegó la hora de la cita, a la que asistió muy perfumada, uñas recién pintadas, traje especial para la ocasión, grandes tacones altos, ruborizada, sentía como le palpitaba el corazón, cuando lo vio aparecer. Un cariñoso saludo, camina- ron uno al lado del otro hasta un local cercano del centro de Santiago.
Luego de un sabroso lomito caliente con tomate, mayonesa, un par de cervezas, mirarlo muchas veces, escucharlo
narrar expresivamente acerca de su actividad, su madre, hermanos, se dio cuenta que era un joven interesante.
Más tarde, cuando salieron tomados de la mano, nada les extrañaba, pues parecía que se conocían de toda la vida.
Al día siguiente, Sonia no asistió al grupo cristiano. Carlos ya casi conocía sus hitos, e hicieron el amor hasta muy tarde esa noche.
Estaba en su oficina cuando la llamaron del grupo para cuestionarla porque no había ido el día anterior.
Allí comenzaron sus sufrimientos. Cuando salió en la tarde para juntarse con su enamorado, allí estaban Luisa y Marta esperándola. Ella debió inventar el cuidado que significaba tener a su madre enferma y pudo ir a reunir con él. Al día siguiente, al entrar a su casa encontró nuevamente a las mujeres sentadas en el living conversando con su madre. Sólo verlas interrogando a su madre la descompuso, produciéndole gran irritación.
_ ¡Hola Sonia, estábamos esperando para conversar contigo!
_ ¡Yo no tengo nada que conversar con Uds.! ¡Tengan la bondad de irse! ¡Es muy tarde y debo acostarme!
_ ¡Tu tienes un compromiso con nosotras, con la congregación y debemos ser sinceras!, dijeron con dureza
Ella deseaba sacárselas de encima; hacía semanas que la perseguían y ahora se sentía violentada. Así pasaron los días y Sonia era llamada por teléfono frecuentemente, era esperada a su salida todos los días, hasta que llegó el momento que su tortura alcanzó límites insoportables; sólo entonces conversó con su pareja y le pidió que la ayudara esperándola afuera.
A la salida del ascensor se encontraron Sonia y Carlos, tomados de la mano, con el pertinaz equipo _ Hola Sonia ¿cómo estás? dijeron las monitoras. Ahora nos damos cuenta por que nos has esquivado tanto.
_ Si. Es mejor que sepan que decidí cambiar drásticamente de vida. Por favor, espero que ahora me dejen tranquila.
_ ¿Podemos conversar un rato a solas contigo? _ No, ahora no es el momento. Por favor no sigan molestándome.
_ Basta de molestarla, acotó violentamente Carlos. _ Ahora se las verán conmigo si no la dejan tranquila.
En la semana, Sonia recibió varios llamados de ellas, que insistente y cargosamente le rogaban conversar.
Con intención de darle un corte definitivo al asunto, para evitar que le causaran problemas en su oficina, aceptó ir.
Allí le dijeron que las había traicionado, que debía abandonar a su novio, volver a la congregación y muchas otras cosas que le hicieron su vida intolerable y sus días muy difíciles.
Carlos aconsejaba que les cortara el teléfono, que no las mirara cuando salía de la oficina, que nos les hablara, que les dijera que las denunciaría si la seguían molestando. Se ofreció cariñosamente para ir a buscarla todos los días.
Así pasaron las semanas, los meses y seguían molestando. Se instalaban de noche en la acera frente a su casa, esperando que ésta llegara. Sonia se sentía perseguida y maldecía la hora de haber aceptado conocerlas, pero su impo- tencia la paralizaba. Vivía su vida con pánico. Cuando estaba en su trabajo sentía temor.
Pasaron meses y Sonia comenzó a sentir entonces que ya no era observada, ni perseguida por la gente de esta secta.
Lentamente se le fue pasando su angustia. Volvió a normalizarse y ser la joven alegre de antaño.
Desde aquella ocasión comenzaron a reunirse normalmente, salieron numerosas veces y ella se sentía feliz de vivir en armonía otra vez más.
Algunos meses después, Carlos le dijo que deseaba invitarla a comer a casa de su madre porque estaba de cumpleaños, irían hermanos, primos y tíos para que la conocieran, que por favor se integrara a su familia, porque estaba convencido que ella era la mujer con que algún día se casaría.
WIRIYO
24-3-2004
Quizás para él, las bajas de tamaño, se dejaban seducir con mayor facilidad. Su pequeñez de estatura era suplida por altos tacones que resaltaban más su escaso metro y medio, excesos de pinturas y una “base” que la hacía lucir un pelo ensortijado. Unas pecas le daban a su rostro un aire simpático e ingenuo, distando de ser atractiva.
Si, aproximadamente 24 años tenía Sonia y mantenía por más de dos años grandes sentimientos por Enrique, su novio, en quien cifraba expectativas de concretar un hogar definitivo en el futuro.
Para ella, él era su príncipe, aunque no confiaba mucho en su estricta fidelidad. A ella los hombres altos la fascinaban y con tal de no perderlo, dejaba pasar muchas cosas.
Tenía un trabajo de secretaria en una oficina con tres abogados, donde se desempeñaba discretamente. Allí su trabajo era muy variado; horas de oficina, salidas a juzgados, notarías, bancos, etc.
Pero un día, esta joven se entera que su novio está saliendo con su íntima amiga y que entre ambos la han traicionado. Se le vino el mundo abajo, comenzando un período de penas y sufrimientos que intentó echar al hombro. Su vida se derrumbó, pero por dignidad siguió haciendo sus tareas cotidianas, como si nada hubiera pasado, intentando pasar desapercibida ante el resto.
Cierto día se encontró con otra joven desconocida en la cola del banco que la invitó a tomar una bebida a la salida del trabajo, en la tarde. Allí se juntaron, conversaron sanamente, se contaron acerca de sus labores, algunas intimidades y una hora después, luego de simpatizar, se dejaron los teléfonos para volver a compartir en otra oportunidad.
Al martes siguiente, para levantarse el ánimo, pasó a comprar ropa y así quedó más tranquila, pero se sentía sola y recordaba mejores tiempos, cuando ella estaba convencida que su novio la quería de verdad. Ella aún lo adoraba.
Otro día recibió la llamada de Luisa, con quien se había reunido hacía una semana; era para juntarse nuevamente a conversar un café, compartir la vida, el trabajo y sus esperanzas.
Al llegar Sonia, Luisa estaba acompañada de Marta, y conversando el trío, salió sin darse cuenta el tema de la fe.
_ ¿ A qué parroquia vas los domingos, Sonia?
_ A ninguna, porque en mi casa nunca vamos a misa.
_ ¿Y por qué no te acercas a tu iglesia? Siempre es bueno estar cerca de Dios.
_ Nosotras vamos a una nueva congregación cristiana los domingos
_ ¿Nos acompañarías un día? Hay que tener gran fe en Cristo y vivir en su enseñanza.
_ Quizás algún día que nos conozcamos mejor, puedo acompañarlas. ¿Dónde van Uds.?
_ Nosotras vamos a nuestra congregación, que queda en Macul, cerca de avenida Grecia.
_ Tenemos hartas amigas en nuestro grupo.
Sentada en un bus rumbo a su casa, Sonia pensaba lo bien que le haría hacer un cambio de amigas. Ahora que se aproximaba la navidad y el año nuevo, sería el momento adecuado para cambios.
Sabiendo que nuevamente estaba disponible para salir, sus amigas le tenían pareja para ir en grupo a bailar.
Se juntaron los jóvenes, se presentaron caras nuevas y ella aceptó a un muchacho alto como acompañante de esa noche. Unas copas de champaña de más, otras de pisco sours, otras de vodka naranja, y otras y otras, hicieron que Sonia perdiera toda noción de compostura. Entre un cigarrillo y otro sorbía del vaso que estuviera a su paso. Ella aceptaba besos, encendidas caricias, hasta que su brassier aterrizó en la cintura. Lo que no aceptaba era que le sacaran su pequeño calzón; allí nadie iba a penetrar ni siquiera con la mano. Era un lugar sagrado hasta para estar semi-borracha que no compartiría con desconocidos.
A raiz de esta inflexibilidad, tuvo conflictos con su acompañante, que había estado ardiente toda la noche a la espera de mejores recompensas. Luego llegó otro con quien bailó, que con suaves modales, la llevó a sentar en un rincón y comenzó nuevamente el manoseo, los besos apasionados, las insinuaciones de ir a otro lugar más privado. Pero a pesar de todo, Sonia tenía conciencia entre su borrachera, del límite hasta el cual podría llegar. Para ella era una especie de “oculta venganza” hacia el género masculino, que la habían dejado tan a mal traer, luego de enterarse de la traición.
Llegó el momento cerca de las 6 de la madrugada en que el juego de ella era tan evidente, que el nuevo galán se molestó tanto con Sonia, la trató mal, la insultó, hasta propinarle un par de cachetadas en el rostro, lo que produjo consternación.
Luego de ir al baño a arreglase, acompañada por unas amigas, Sonia les dijo que ellas eran idiotas al invitarle de acompañantes a dos hombres, que lo único que hicieron toda la noche fue intentar llevarla a un motel. Dicho esto, Sonia se retiró indignada del local, donde aún seguía la fiesta.
Al salir a la calle, se dio cuenta en un minuto, que fuera de estar comenzando a clarear, ella se encontraba mareada. Instalada sola en un paradero de la avenida a la espera que pasara un taxi, pronto paró el conductor de un auto particular.
Subió y se acurrucó en el asiento para pasar el frío, porque su vestido de fiesta, era corto, escotado, con la espalda y brazos al aire, que estaban entumecidos.
El hombre, al verla tan atractiva, tan desinhibida para mostrar sus encantos, tan llena de fríos, la invitó a tomar un café caliente, que ella aceptó gustosa, porque la alejaba de esa desagradable esquina.
Algunos instantes después, el hombre detuvo el auto frente a su casa y le dijo: _¡Llegamos, aquí es!
Sonia, profundamente mareada despertó ante el anuncio y cuando le abrieron su puerta se bajó adormilada, y aunque la claridad era total, ambos ingresaron a la casa del desconocido.
_ ¡ Mientras te voy a preparar el café, te sientas en el sofá! ¡ Vuelvo en un instante! El hombre era atento y no demostraba malas intenciones. Ella recorrió con su mirada adormecida el salón, los muebles, banderines, lámparas, cuando apareció de pronto el dueño de casa con una bandeja y dos vasos llenos de licor. _ ¡Por el gusto de conocernos! ¡Salud! ... ¡Feliz año nuevo!... ¡Salud! ... vamos.., vamos... al seco.
Luego se sentaron en el sofá con el propósito de iniciar algo y cuando él fue a la cocina a dejar la bandeja con los vasos, Sonia se quedó profundamente dormida, no sabiendo más de este mundo. Roncaba después de una descontrolada y bebida noche. Ella no supo que el dueño de casa se sintió incompetente para besarla, manosearla e
incluso violarla mientras dormía su borrachera, pero la cargó igual y la llevó a su dormitorio.
Varias horas después, cuando despertó, se encontró desnuda en la cama con ese hombre desconocido. Su ropa estaba tirada sobre una silla, junto a su cartera.
_¡Qué hago en tu cama desnuda!
_ ¡Haces maravillas! respondió el extraño.
_¿No tienes algo para el dolor de cabeza?
_ ¡Te traeré una aspirina y harta agua helada!
_ ¿En qué momento me metí en tu cama?
_ ¡Cuando nos entusiasmamos porque te pareció adecuado!
_ Dime... ¿cómo es tu nombre? ¿hicimos algo juntos? ¿pasó algo entre nosotros?
_ Me llamo Carlos y sí ocurrió, lo que ambos queríamos. Pero fue fantástico porque te luciste.
_ Yo recuerdo que me llevaste en auto.... después parece que me quedé dormida, porque no recuerdo nada _ ¿y como vine a dar a tu cama? Te ruego que no me mientas. Dime la verdad.
_ Viniste porque tu quisiste. En forma voluntaria. Hicimos lo más importante y eres espectacular. _ _ ¡No te creo! ¿Qué pensarás de mí si hice el amor con un desconocido? ¡No puede ser...!
Sonia en ese instante no sabía que pensar... no recordaba nada. Estaba desconcertada, pero tampoco la inquietaba demasiado si hubiese ocurrido algo. Era la borrachera. ¡Que manera de arruinar la noche... y que no me acuerde!
Luego de tomar un buen desayuno en cama con Carlos, comenzaron a conversar de otras cosas, comenzaron las caricias, avivaron la fogata y culminaron haciendo aquello hasta que la saciedad los adormeció.
Horas después, Sonia despertó, se levantó y vistió. Como observó que el desconocido aún dormía, pero después de todo se había portado bien, escribió su nombre y teléfono en un papel, tomó sus cosas y salió silenciosamente.
En su trabajo, como de costumbre, recibió la llamada de Luisa para juntarse esa tarde. Asistía también Marta a este encuentro, cuando ella aceptó gustosa ir a la congregación el domingo próximo.
Allí se reunieron, fue presentada a otros miembros todos jóvenes de ambos sexos, amables, sonrientes, con rostros de paz, que la supieron acoger. Sonia sentía nuevamente el llamado de esa fe cristiana, donde todos eran hermanos, todos de respetable comportamiento y actitudes bondadosas.
Así ocurrió como ella se fue comprometiendo cada vez más y estaba visiblemente contenta de asistir tres veces por semana. Allí fue conociendo al resto de los fieles, mencionándosele que una de las normas del grupo era educar a los hijos en esa fe, motivo por el cual sólo era permitido comprometerse sentimentalmente con gente del grupo. Ningún afuerino, para evitar parejas con un pensamiento religioso diferente. Ella comprendió y aceptó complacida esta norma de vida superior, aunque no hubiese hombres del estilo como los que le gustaban.
Su vida estaba absolutamente cambiada porque vivía en la dicha perpetua. Ahora ella rezaba en horas de trabajo, pidiendo por la congregación, por sus miembros, por su familia, por sus jefes y porque ella fuese cada día mejor como persona, como trabajadora, como hija, como amiga y quizás algún día como monitora de nuevas congregantes que irían ingresando. Su vida pasada había quedado en el olvido, junto con sus amistades
Casi un año después, estando en su trabajo, al teléfono reconoció la voz de Carlos, el del auto, que insistía en verla porque estaba muy arrepentido de no haberse alcanzado a despedir entonces.
_ Ahora soy otra persona diferente a la que conociste.
_ No te he podido olvidar desde ese día.
_ Para mí fue una confusión terrible y también te he recordado mucho. Me interesa saber algunas cosas de mi.
_ Sonia. No te he podido sacar de mi mente desde entonces y me alegra que me recuerdes. _ Por favor, juntémonos a la salida de tu trabajo y vamos a comer algo. Déjame tu dirección.
_ No. Hoy día debo ir a reunión con mi grupo, que es muy importante para mí.
_ Entonces, veámonos mañana.
_ Bueno, llámame mañana a las seis. Pero, no te ilusiones que siempre soy tan fácil.
Cuando colgó Sonia estaba impactada, pero contenta. Estando en su reunión se distraía pensando en Carlos.
Llegó la hora de la cita, a la que asistió muy perfumada, uñas recién pintadas, traje especial para la ocasión, grandes tacones altos, ruborizada, sentía como le palpitaba el corazón, cuando lo vio aparecer. Un cariñoso saludo, camina- ron uno al lado del otro hasta un local cercano del centro de Santiago.
Luego de un sabroso lomito caliente con tomate, mayonesa, un par de cervezas, mirarlo muchas veces, escucharlo
narrar expresivamente acerca de su actividad, su madre, hermanos, se dio cuenta que era un joven interesante.
Más tarde, cuando salieron tomados de la mano, nada les extrañaba, pues parecía que se conocían de toda la vida.
Al día siguiente, Sonia no asistió al grupo cristiano. Carlos ya casi conocía sus hitos, e hicieron el amor hasta muy tarde esa noche.
Estaba en su oficina cuando la llamaron del grupo para cuestionarla porque no había ido el día anterior.
Allí comenzaron sus sufrimientos. Cuando salió en la tarde para juntarse con su enamorado, allí estaban Luisa y Marta esperándola. Ella debió inventar el cuidado que significaba tener a su madre enferma y pudo ir a reunir con él. Al día siguiente, al entrar a su casa encontró nuevamente a las mujeres sentadas en el living conversando con su madre. Sólo verlas interrogando a su madre la descompuso, produciéndole gran irritación.
_ ¡Hola Sonia, estábamos esperando para conversar contigo!
_ ¡Yo no tengo nada que conversar con Uds.! ¡Tengan la bondad de irse! ¡Es muy tarde y debo acostarme!
_ ¡Tu tienes un compromiso con nosotras, con la congregación y debemos ser sinceras!, dijeron con dureza
Ella deseaba sacárselas de encima; hacía semanas que la perseguían y ahora se sentía violentada. Así pasaron los días y Sonia era llamada por teléfono frecuentemente, era esperada a su salida todos los días, hasta que llegó el momento que su tortura alcanzó límites insoportables; sólo entonces conversó con su pareja y le pidió que la ayudara esperándola afuera.
A la salida del ascensor se encontraron Sonia y Carlos, tomados de la mano, con el pertinaz equipo _ Hola Sonia ¿cómo estás? dijeron las monitoras. Ahora nos damos cuenta por que nos has esquivado tanto.
_ Si. Es mejor que sepan que decidí cambiar drásticamente de vida. Por favor, espero que ahora me dejen tranquila.
_ ¿Podemos conversar un rato a solas contigo? _ No, ahora no es el momento. Por favor no sigan molestándome.
_ Basta de molestarla, acotó violentamente Carlos. _ Ahora se las verán conmigo si no la dejan tranquila.
En la semana, Sonia recibió varios llamados de ellas, que insistente y cargosamente le rogaban conversar.
Con intención de darle un corte definitivo al asunto, para evitar que le causaran problemas en su oficina, aceptó ir.
Allí le dijeron que las había traicionado, que debía abandonar a su novio, volver a la congregación y muchas otras cosas que le hicieron su vida intolerable y sus días muy difíciles.
Carlos aconsejaba que les cortara el teléfono, que no las mirara cuando salía de la oficina, que nos les hablara, que les dijera que las denunciaría si la seguían molestando. Se ofreció cariñosamente para ir a buscarla todos los días.
Así pasaron las semanas, los meses y seguían molestando. Se instalaban de noche en la acera frente a su casa, esperando que ésta llegara. Sonia se sentía perseguida y maldecía la hora de haber aceptado conocerlas, pero su impo- tencia la paralizaba. Vivía su vida con pánico. Cuando estaba en su trabajo sentía temor.
Pasaron meses y Sonia comenzó a sentir entonces que ya no era observada, ni perseguida por la gente de esta secta.
Lentamente se le fue pasando su angustia. Volvió a normalizarse y ser la joven alegre de antaño.
Desde aquella ocasión comenzaron a reunirse normalmente, salieron numerosas veces y ella se sentía feliz de vivir en armonía otra vez más.
Algunos meses después, Carlos le dijo que deseaba invitarla a comer a casa de su madre porque estaba de cumpleaños, irían hermanos, primos y tíos para que la conocieran, que por favor se integrara a su familia, porque estaba convencido que ella era la mujer con que algún día se casaría.
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