Antonia regresaba desde su escuela con delantal blanco al brazo, subiendo al bus que la dejaba a pocas cuadras de casa. Iba de pié cuando una señora mayor sentada frente a ella, ofreció llevar sus libros y delantal.
Desocupado el asiento contiguo, ella agradeció a la señora que le devolvió sus cosas, preguntándole si estudiaba medicina. La señora le dijo que la encontraba muy linda, porque miraba sus grandes ojos verdes, tez color mate pálido, largo y sedoso pelo castaño. Antonia agradeció los elogios de esa amable señora, aunque se sabía bonita desde niña. Le conversó de sus estudios odontológicos, el curso en que iba, que vivía con unos tíos en Santiago, estando sus padres en Concepción. Así, siguieron conversando mientras el bus avanzaba lentamente, semáforo a semáforo, entre tacos y paraderos.
La dulce señora sacó un pañuelo cuando mencionó con emoción, que tenía un hijo ingeniero, de 30 años, recién regresado después de estar trabajando en Canadá. No se acostumbró por el clima y desde que volvió pasa todo el día encerrado, muy aburrido, porque no conoce a nadie en Santiago. -- ¿Ud. mijita, tiene novio; no es cierto?
-- ¡No señora, no tengo! Yo tampoco conozco a mucha gente en Santiago. Sólo compañeros de estudios y parientes.
-- A mi me encantaría que mi hijo conociera a alguien como Ud.. Se ve tan encantadora.
-- Muchas gracias, pero no es para tanto, señora.
-- Le voy a contar a mi hijo cuando llegue a la casa, que conocí a una joven preciosa, tan agradable. Quizás se animaría a salir del encierro si él la conociera.
-- Chiquillas jóvenes hay por montones. ¡Dígale que salga, que no se quede encerrado!
-- Yo creo que a él le encantaría conocerla. Es que como él está recién llegado...
¿A Ud. no le molestaría si yo le pidiera su teléfono? _Bueno, yo no estoy acostumbrada a entregárselo a cualquiera, pero como Ud. se ve una señora tan distinguida, se lo voy a dar. ¿Tiene donde anotar?
-- Yo siempre tan distraída ¡fíjese que no traje lápiz!
-- Antonia Velasco Tel. 2298367 -- ¡Gracias mijita! Capaz que este niño quiera conocerla.
Antonia llegó a contarle a su tía, lo que le ocurrió en el bus cuando llegó de regreso.
Ambos terminaron sorprendidos con aquel relato tan particular.
--Antonia, deseo que el Sábado estés en la casa, porque viene a comer un matrimonio primo de Mario, con sus dos hijos. Ninguno tiene novia. Economista uno y agrónomo por titularse el otro. Tienen 29 y 25 años. Son serios, buenos mozos. Sé que te van a encantar.
-- Tía. Que fantástico conocer gente en Santiago. Me voy a poner el vestido nuevo.
Días después, estando Antonia en casa, llamó la señora que había conocido en la micro, porque deseaba desahogar su alegría, ya que le había mencionado a su hijo de esta universitaria llamada Antonia, tan linda y estupenda, había producido un interés en él en conocerla. Yo deseaba preguntarle si a Ud. no le importaría que mi hijo la llamara o la fuera a ver. – No sé señora, tendría que pensarlo.
¡Tía! ¡Tuve un llamado telefónico de la señora de la micro! -- ¡A ver, cuéntame...!
¡... no pierdes nada al conocerlo!. ¡Tú no estás de novia y él tampoco! ¡Capaz que conozcas a una persona seria, culta, buen mozo, caballeroso, de buena familia...! ¡Dile que sí, cuando te llame la próxima vez! ¡En esta casa siempre hay gente! ¡para qué te preocupas!
Llegó un día Antonia y rato después, volvió a llamar la señora.
--¡Como está mijita, soy la señora Ester, de la micro! ¡ Mi hijo está que se muere por conocerla, después de todo lo buenamoza y encantadora que le dije que era Ud.! ¡Pero, no me va a creer! ¡Ël no se atreve a llamarla y me pidió si yo podía saludarla de su parte, y que le encantaría conocerla hoy día mismo! ¿El podría ir a su casa esta tarde para que la conozca?
-- Espéreme un poco. Voy a preguntar si no hay inconvenientes aquí para recibirlo.
-- Tía. ¡Sorpréndete! La señora de la micro pregunta si su hijo puede venir en la tarde.
-- Claro, Antonia. Dile que venga como a las ocho, porque a esa hora ya está Mario.
-- Ya señora. Dígale que venga como a las ocho. La dirección es...
-- El tiene un auto casi nuevo que trajo de Canadá. Es de color gris.
Llegada la hora acordada, se estacionó un auto nuevo color gris frente a la casa. De él bajó un hombre alto, de 30 años de edad, muy bien vestido.
Tocó el timbre y esperó. Adentro, los nervios casi matan de curiosidad a la tía y Antonia.
Ella misma salió a recibirlo. Se saludaron formalmente. El ingresó al hall de la casa, donde se oía estaban los dueños de casa en el salón, mirando televisión.
Ella con un gesto, lo insta a pasar al salón. Se presenta con los dueños de casa, que ven una persona de apariencia honorable. -- ¡Si quieren Antonia, pueden conversar en la terraza!
Sentados en la terraza conversan. Ël le cuenta a Antonia que doña Ester, la dueña de la casa de citas lo envió, porque la tenía esa tarde como disponible para trabajar.
WIRIYO
Octubre 23 del 2003
viernes, 28 de marzo de 2008
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