lunes, 31 de marzo de 2008

EL TELEFONO

_ Aló. ¿Natalia? ¿Cómo estai? … me alegro… ¿dónde estai ahora? … ah…, si poh…, ya… ¿y qué estai haciendo? …claro… ¡que entrete!…¿cómo está la pega? …¿mucha…? yo también estoy saliendo tarde… ¿dónde irás este sábado? …mmm…, si…,no poh…,llámame en un rato más. Chao.
_ Aló. ¿Coté? ¿Te fue bien en tu postulación? si… ¿la dura? ¿cuándo te avisan? …no…no… ¿ es muy fome el Nico? ¿entonces?...si poh…,escúchame Tere, escúchame…si…,no…,ya poh…,te llamo al tiro…¡Chao!

Esta mujer veinteañera, profesional universitaria, que hablaba compulsivamente por teléfono con todas sus amistades durante las 24 horas del día, estuviera donde fuera, siguió haciendo su vida independientemente del número, saliendo los jueves, viernes y sábados en la noche con sus apasionados galanes y amigas de turno. En la semana se recuperaba trabajando su horario y acostándose a las doce.

Un día, viendo las noticias en su departamento compartido, se percató que las transmisiones eran de pésima calidad. Se comentaba como alarmante el descubrimiento realizado por destacados astrónomos de importantes países desarrollados, donde aseguraban que desde algunos días el sol estaba produciendo enormes explosiones que se detectaban como llamaradas radiactivas y vientos solares en todas direcciones. Nuestro planeta estaba recibiendo exceso de radiación movilizando pequeños asteroides que estaban destruyendo todos los satélites de comunicación. ¡Amigos, no se alarmen si esta transmisión no llega a su término!
Dos horas después se produjo lo anunciado. Ella hizo zapping por todo el espectro televisivo sin encontrar ningún canal.

Entonces tomó su teléfono celular y comenzó a llamar a diversas personas sin efecto alguno.
Todos los teléfonos marcados estaban muertos. Muy enrabiada por lo sucedido, se puso su abrigo para manejar hasta el departamento de sus padres. Ella se desahogó con ellos, que la escucharon pacientes. Después, en esa casa volvió a marcar su celular y sólo ahí se dio cuenta que no tenía señal. Salió a la terraza y compulsivamente volvió a repetir sucesivos teléfonos, hasta que de impotencia se largó a llorar.
Entonces sus comprensivos padres le sugirieron hablar desde el otro de red fija y marcó muchos números, pero sin resultado.

Una semana más adelante, ella comenzó a tener problemas; no tenía ningún control sobre nada, cayó en depresiones, tenía arrebatos de cólera, sentía que su vida carecía de sentido, tenía trastornos de sueño, pero debía seguir trabajando en una empresa que no funcionaba, porque cada uno no podía hacer bien su trabajo. Dejó de ocupar Internet, teléfonos, celulares, se sentía indefensa y aislada. Los computadores funcionaban, pero por internet nada salía, ni llegaba. Todo el personal de las empresas estaba confundido, los trabajos quedaban a medio terminar o si se terminaban, se imprimían, se enviaban a dejar y retirar por mano. Gradualmente los trabajadores de las empresas tuvieron que resignarse a regresar a la década de los 70. Los estafetas y auxiliares ahora transportaban la correspondencia, los antiguos correos manuales volvieron a emerger con fuerza entre los llantos histéricos de algunos que aún no se adaptaban a vivir en los nuevos tiempos. Los correos cobraron tanta importancia que eran recibidos con alegría, con cordiales saludos, ganando mucho dinero por el oficio realizado.

La veintiañera debió ir numerosas veces al neurólogo y hasta el siquiatra por la soledad que la abrumaba. Licencias médicas en reiteradas ocasiones porque sufría el “síndrome de incomunicación telefónica”, que también sufrían otras personas dependientes del celular.
En muchas empresas comenzaron a reducir personal. Los gobiernos sufrieron severas consecuencias. Las campañas políticas se arruinaron porque los partidos perdieron esa herramienta para convencer a las masas. Todas las encuestas telefónicas desaparecieron. Vino un período apocalíptico, donde las personas comenzaron a tener diferentes miedos y temores, se acercaron a sus religiones, rezaron para que no fuera el acabo de mundo que muchos predecían asustando a la mayoría.
Algunos masones comenzaron a creer en Dios y fueron a misa, otros ateos también. El mundo estaba volviéndose loco.
Consultas siquiátricas y sicólogicas estaban llenas a tablero reventado. Gente internada en clínicas mentales por decenas de miles.
Por millones se trasladaban a vivir al campo, arrancando de la histeria enfermiza que los contagiaba.

El castigo divino fue aceptado con humildad luego de algunos años de exilio comunicacional, con grandes pérdidas para las empresas multinacionales que se empobrecieron.
Gente sin trabajo deambulaba por grandes urbes solicitando comida eran reprimidas brutalmente por las policías y fuerzas especiales. América Latina se transformó nuevamente en el pariente pobre, que prefería el suicidio, a seguir mendigando por su propia dignidad.

La prensa comparaba los problemas actuales con los de la peste negra sufridos en Europa en los finales de la época medieval. Las UN y OEA fueron más inoperantes que de costumbre y aunque algunos discursos fueron brillantes, la burocracia mundial nada pudo hacer, como siempre es usual. En Africa sufrieron el mayor impacto del siglo porque no había donativos. Todo era caótico. En Chile, hubo renuncia del presidente cuando se vio sobrepasado por terroríficas circunstancias. Tuvieron que llamar a nuevas elecciones. Surgieron nuevos movimientos políticos con motivo de tan devastador efecto.
Dos años más adelante la veinteañera renunció a su trabajo, abandonó su departamento y partió con rumbo desconocido. Sus padres y hermanos intentaron buscarla, pero jamás supieron dónde.

Pasaron algunos años y cuando ella estaba recuperándose de tanto sufrimiento, volvieron las transmisiones televisivas y comenzaron a sonar nuevamente los celulares.
¡Dios nos ha salvado del juicio final! ¡Gracias Dios mío, por ayudarnos en este espantoso trance!
Ella finalmente se acostumbró a vivir en una organización social diferente, a visitarse con sus vecinos, y nuevas amistades muy lejos de Santiago.

En esos años llamó por teléfono a sus padres para confirmarles que renovaría los votos en el convento de las monjas Carmelitas Descalzas. Ella era feliz y deseaba dedicar su vida al Señor.




WIRIYO

1.12.2007

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